jueves, 29 de enero de 2009

Comerciantes (I)


Lo que tiene haber vivido toda la vida en el mismo barrio es que no sólo los vecinos terminan siendo casi como de tu propia familia, si no que incluso los pequeños comerciantes de las tiendas a las que acudes normalmente a comprar el avituallamiento te reciben como si fueras un pariente, los clientes somos también parte de su universo vital.
Aunque los negocios, como casi todo en este mundo, van cambiando, la mayoría de los comercios de hace muchos años han permanecido como estaban, con pocos cambios.
La panadería es uno de ellos. La llevaba un matrimonio, Manolo y Angelines, que atraían al público haciendo pequeños simulacros de vodevil, intercambios verbales guasones de los que a veces participaba la gente y que siempre acababan en risa general. Su pan era exquisito, y los fines de semana se formaban colas hasta la calle para comprarlo. El único detalle feo que tenían es que Manolo solía increpar delante de todos a su hermano, Antonio, un hombre muy grandón que tenía un pequeño retraso mental por una meningitis sufrida en la infancia, que les ayudaba en la tienda. No tenía ninguna paciencia y descargaba en él sus iras. Manolo era un hincha a ultranza del Atleti, y como padecía del corazón se decía que alguno de los infartos que le dieron fue provocado por algún descalabro de su equipo favorito. Tenían la peculiaridad de que los precios de sus productos eran cambiantes: si me cobraba ella eran más caros que si me cobraba él. Ahora han dejado el negocio en manos de dependientas, a las que contratan por no mucho dinero porque cambian con frecuencia, y ya no es lo mismo.
Juanjo y su mujer llevaban la tienda de ultramarinos. Eran muy simpáticos, y recuerdo que solía darnos a mi hermana y a mí unos Sugus cuando éramos pequeñas. Los cogía de unas bolas de cristal muy grandes sujetas en varios niveles a una barra blanca de hierro en donde tenía todas las chucherías que se pudieran imaginar. Cuando cambiaron de local, muchos años después, y se fueron a otro mucho más grande que estaba cerca de allí, el negocio empezó a ir mal y a Juanjo se le agrió un poco el carácter. Al final tuvieron que cerrar. Aún los veo alguna vez cuando van a recoger a los nietos al mismo colegio al que llevo yo a mi hija.
Luis y su mujer se encargan de la droguería. Ahora ya no entro casi nunca porque no tienen las marcas que suelo utilizar, pero de niña recuerdo las figuras de cerámica tan originales que tenían, las flores de tela y los adornos para el pelo. Ella era muy dulce hablando, muy afectuosa. Tuvieron una época en que la mala suerte se cebó con ellos: unos maleantes se metieron en su tienda para robarles, estando Luis solo, y como les hizo frente lo apuñalaron y estuvo muy grave. Desde entonces les han intentado robar en muchas otras ocasiones, forzando el cierre metálico del escaparate cuando la tienda estaba cerrada. Sólo les pasa a ellos, es extraño. Luego, años después, tuvieron también que sufrir la desgracia de perder a uno de sus hijos, que se mató con su novia en un accidente de coche en la autopista, un lluvioso y frío día de invierno.
Segundo y Ana llevan la farmacia. Él es muy cotilla, le gusta estar al tanto de la vida de todo el mundo, y cuando le vas a pedir una medicina hace lo posible por enterarse del cómo y por qué la necesitas. Cuando mis hijos eran pequeños hicieron el agosto conmigo, entre pañales, papillas, leche y discos de lactancia. A los niños siempre les obsequiaban con bolsitas de gominolas. Ana, que es encantadora, siempre los miraba con deleitación porque ellos no han podido tener hijos.
El video club lo llevaba Cari hasta que cerró. Luego el local ha albergado muchos otros negocios sin terminar de establecerse ninguno. Ella lo tenía decorado con mucho gusto, me encantaba. Pendiendo del techo, sobre el pequeño mostrador en el que atendía a la gente, había puesto un globo aerostático precioso. Era muy conversadora, le gustaba estar de palique yo creo que para no aburrirse.

lunes, 26 de enero de 2009

Chaplin


Cuando pensamos en Charles Chaplin nos imaginamos a un hombre que estuvo durante muchos años haciéndonos reír con su trabajo en el cine, cómico donde los haya, y no pensamos que detrás de toda esa pericia que mostraba ante el gran público hubo mucho esfuerzo, muchas horas de trabajo y una infancia muy dura que superar.
Nacido en Londres, hijo de artistas del music hall, su padre era un alcohólico que les abandonó poco después de nacer él, y su madre era una esquizofrénica que no tardó en tener que ser ingresada en un psiquiátrico. Cuando Chaplin tenía 5 años tuvo que sustituirla porque se quedó sin voz en mitad de una canción, y fue tan buena la imitación que hizo de ella, incluido un desmayo que hacía al final, que la gente le aplaudió calurosamente y así tuvo su primer éxito.
Él y su hermano vivían en medio de una extrema pobreza y pasaron largas temporadas en orfanatos. Cuando tenía 12 años su padre falleció. Asistieron un tiempo a una escuela para niños pobres, sufriendo una severa disciplina y las burlas de los niños más afortunados.
Familiarizados como estaban con el ambiente del espectáculo, pronto se vieron trabajando en un grupo cómico juvenil, hasta que pasado un tiempo un productor cinematográfico se fijó en él y le hizo un contrato, por lo que se marchó a América con su hermano, que ejercía de representante.
En la 2ª película que rodó ya adoptó la indumentaria que le haría famoso, aunque sobre la forma como lo hizo hay varias versiones: unos dicen que fue cogiendo al azar ropas y complementos de un almacén del estudio; otros que recogió aportaciones de cómicos amigos. Con su personaje del vagabundo que buscaba mejorar su vida, mitad ingenuo y mitad pícaro, se identificaron millones de personas que aspiraban al “sueño americano”.
Posteriormente empezó a dirigir y protagonizar sus propios films, en los que introdujo una gran crítica social.
En 1921 rodó “El chico”, que como he podido leer es “una de las piezas más fascinantes de la historia del cine y una de las mejores de Chaplin”. El rodaje duró más de un año y fue muy importante para él porque se atevió por primera vez a mostrar su propia infancia.
Fundó su propia productora, la United Artits, con otros artistas importantes de la época, Mary Pickford, Douglas Fairbanks y el director David W.Griffith. Con ella rodó películas más largas, algunas de tanto éxito como “La quimera del oro”. Esta productora sigue funcionado en la actualidad, aunque ya en otras manos.
Durante este tiempo se casó en varias ocasiones y tuvo muchos hijos. Los niños fueron siempre el centro de su vida.
Chaplin no quería abandonar el cine mudo. Cuando no interpretaba al vagabundo, como en “El gran dictador” o en “Candilejas”, sí hablaba, pero si hacía su personaje de siempre, como en “Tiempos modernos” o “Luces de la ciudad”, no hablaba, aunque el resto del reparto sí lo hacía. Sabía que si no se destruiría su magia, ese encanto que tenía y que tanto trabajo le había costado crear.
“El gran dictador” empezó a rodarse la misma semana en que comenzó la 2ª Guerra Mundial. Anteriormente, Chaplin había declarado sobre Hitler que éste “le había robado el bigote”, y la verdad es que su parecido físico con él hace que sea aún más hilarante. Con el tiempo diría que si hubiera conocido cuál era la realidad de los campos de concentración nazis no la habría rodado nunca. Fue censurada en algunos países, incluida España, y en EE.UU. le causó problemas porque sirvió de excusa para perseguirlo acusado de actividades “antiamericanas”, durante la época de la “caza de brujas”. Sus críticas al sistema establecido ya le habían llevado a los tribunales en más de una ocasión.
En 1952 el fiscal general americano dio instrucciones a inmigración para retener a Chaplin, su esposa y varios de sus hijos, cuando viajaban en el Queen Elizabeth para asistir al estreno de “Candilejas” en Europa, acusado de comunista, de ser hostil y menospreciar América, y de delitos contra la moralidad, hasta que las leyes norteamericanas decidiesen si debía ser expulsado.
Decidió entonces establecerse en Suiza.
En 1971 la Academia de Hollywood le concedió un Oscar honorífico y regresó a EE.UU. para recogerlo, tributándosele un emotivo homenaje, que pareció un intento de reparación de todo el daño causado.
En 1975 la reina de Inglaterra le nombró Sir.
En los últimos años de su vida compuso la música de la mayoría de sus películas, y puso su voz como narrador a algunas de la época muda, como “La quimera del oro”.
Su comicidad iba más allá de los platós al ser protagonista de infinidad de situaciones hilarantes en su vida normal. No era raro verle en algún restaurante improvisando bromas o repitiendo algunas de las escenas de sus películas que le hicieron famoso, para deleite general.
Mis hijos disfrutan desde hace ya tiempo de sus películas, sobre todo las mudas. La escena de “El chico” en la que el niño es separado del hombre que le cuidó como un padre y que se ha convertido en unas de las más memorables de la historia del cine, siempre le causó a mi hijo una gran emoción, y siendo más pequeño tenía que irse a otra habitación pretextando cualquier cosa para que no le viéramos a punto de llorar.
Esa es la esencia del talento interpretativo: el ser capaz de transmitir sólo con la fuerza de la expresión corporal, sin necesidad de palabras, todo un abanico de sentimientos y situaciones. Los maquillajes exagerados, los gestos grandilocuentes que ahora dirían los críticos de cine que son una sobreactuación si se utilizasen, eran una forma particular de transmitir la vida cuando no existía el sonoro, un estilo más que tuvo su tiempo y que constituye el “alma máter” de todo lo que surgió después.
Porque aunque hubo muchos cómicos que coexistieron con Chaplin y muchos que aparecieron más tarde, nadie como él para despertar ternura, melancolía y también para crear momentos muy divertidos.
Toda la fortuna que logró hacer Chaplin en más de medio siglo de duro trabajo le sirvió para tener una vida mejor como nunca hubiera imaginado, que le hiciera olvidar las pasadas penalidades y poderse enfrentar a las adversidades que también vinieron después. También sirvió para cuidar de su madre, a la que compró una casa y colmó de toda clase de cuidados, tras sacarla del psiquiátrico en el que se encontraba.
Charles Chaplin fue un hombre hecho a sí mismo, lo suficientemente valiente como para denunciar las injusticias sociales y para enfrentarse por amor a todo tipo de censura, pues solía perder la cabeza por mujeres mucho más jóvenes que él, a veces menores de edad. Tuvo el suficiente valor también para salir, ya siendo muy mayor, del país al que había dedicado los mejores años de su vida, cuando éste le dio la espalda.
Dicen que las personas con mayores motivos de tristeza son las que mejor saben hacer reír. Él nunca guardó rencor, tuvo un corazón muy grande y dio tanto amor como el que necesitaba recibir siempre que pudo.

viernes, 23 de enero de 2009

En honor a la verdad (XIV)


- Hay que ver los niños cómo interpretan la realidad a su manera. Hace poco mis hijos se pusieron a jugar a médicos y enfermos. Primero Miguel Ángel se hizo pasar por un endocrino de una clínica de estética, que recibía con muchas reverencias a su paciente, Ana. Ella se había puesto un cojín debajo de la ropa para parecer muy gordita y él la hizo tumbarse para someterla a todo tipo de exploraciones: la auscultaba, le presionaba el vientre y le puso alfileres, aprovechando que con el cojín no la pinchaba. “Acupuntura para adelgazar”, dijo. Creo que no tenía que haberlos llevado a esos sitios a los que iba para intentar mejorar mi silueta, cuando eran más pequeños, vaya cosas aprenden luego. Para despedirla, y después de garabatear unas cosas en un papel con letra de médico, le obsequió con un tarro lleno de la grasa que le había extraído, a modo de recuerdo. Esto es como a la gente que se opera de apendicitis y luego le dan un frasquito con el apéndice. Yo no querría nunca algo así, qué asco.
Luego le tocó a Ana ser la endocrina. Las exploraciones fueron más exhaustivas, porque incluía revisión capilar, golpecitos en las rodillas con una regla blanda para comprobar los reflejos, inyecciones y extracciones hechas con un bolígrafo. El paciente no paraba de hacer ruidos y gestos extraños, por lo que la doctora concluyó, tras garabatear también en un papel cosas ilegibles, que quizá más que un endocrino lo que necesitaba era un psicólogo.
No sé si yo fuera la paciente si me pondría en sus manos. A lo mejor sí.

- Me encanta Clint Eastwood en su faceta de director de cine. Si como actor resulta bastante aceptable, pese a gustarle quizá en exceso interpretar papeles violentos, cuando dirige es un remanso de paz y armonía. En un reportaje que vi sobre el rodaje de su última película, se le ve al frente de un montón de gente, su equipo habitual desde hace muchos años, controlando la situación perfectamente sin las estridencias propias de la mayoría de los directores, creando un buen ambiente y permitiéndose el lujo de gastar bromas sin cesar, para relajar al personal. Dicen que si algo le preocupa nunca se le llega a notar. Es un veterano en la materia, alguien que ofrece mucha confianza y se interesa más por cómo se siente la gente antes que por la consecución de los fines que se ha propuesto, porque sabe que si algo en su equipo va mal el resultado final tampoco será bueno. Esta fluidez le permite rodar deprisa sin apenas tener que repetir tomas. Sabe muy bien lo que quiere y cómo lo quiere, está todo en su cabeza antes de empezar, no quiere que haya lugar a equivocaciones ni errores de interpretación: lo que salga de todo este complejo trabajo tiene que ser lo que él tenía pensado y no ninguna otra cosa.
A pesar de sus éxitos y de su indudable atractivo físico pese a los años, Clint Eastwood no va de divo y es una persona que disfruta mucho con su trabajo. Además compone las bandas sonoras de sus films.
La imagen que nos ha dado siempre con sus papeles es la de un hombre duro, implacable y algo salvaje, pero se ve que su verdadera personalidad es opuesta a todo ésto, la de alguien que tiene una profunda sensibilidad, muy sentimental, con una capacidad fuera de lo común para captar los pensamientos y el estado de ánimo de todo el mundo. De cada situación y cada persona extrae lo que le interesa o le ha llamado la atención y lo convierte en película. Sus historias tienen un trasfondo dramático y muy humano al mismo tiempo. Aún tiene mucho que decir.

jueves, 22 de enero de 2009

Obama



Cuántos sentimientos encontrados debieron bullir en el interior de Barack Obama mientras hacía el juramento de su cargo. Él es muy consciente de ser el primer hombre negro que es elegido presidente de los EE.UU.
“Ha llegado la hora (…) de llevar adelante ese precioso don, esa noble idea, transmitida de generación en generación: la promesa hecha por Dios de que todos somos iguales, todos somos libres, y todos merecemos una oportunidad de buscar la felicidad que nos sea posible”.
Juró su cargo sobre la Biblia que ya usara en su momento Abraham Lincoln, el primer presidente que tomó en cuenta los derechos de los negros.
“Hoy estamos reunidos aquí porque hemos escogido la esperanza por encima del miedo, el propósito común por encima del conflicto y la discordia”.
Obama, en el discurso de su toma de posesión, bello, lleno de fuerza, inteligente e idealista, echó la vista atrás para recordar no sólo la marginación de los negros sino también el valor de los fundadores de su nación.
“Por nosotros empaquetaron sus escasas posesiones terrenales y cruzaron océanos en busca de una nueva vida. Por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas(…); soportaron el látigo y labraron la dura tierra.(…) Una y otra vez, esos hombres y mujeres lucharon y se sacrificaron y trabajaron (…) para que nosotros pudiéramos tener una vida mejor. Vieron que EE.UU. era más grande que la suma de nuestras ambiciones individuales; más grande que todas la diferencias de origen, de riqueza, de partido”.
Obama está con los tiempos que corren y apuesta por el uso de energías alternativas.
“Volveremos a situar la ciencia en el lugar que le corresponde y utilizaremos las maravillas de la tecnología para elevar la calidad de la atención sanitaria (…) Aprovecharemos el sol, los vientos y la tierra”.
También quiere que su Administración sea transparente, que las cuentas estén claras, y que haya un reparto racional de la riqueza.
“Los que manejamos el dinero público tendremos que responder de ello (…) porque sólo entonces podremos restablecer la crucial confianza entre el pueblo y su gobierno. (…) Esta crisis nos ha recordado que (…) un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos”.
Y por supuesto quiere acabar con Guantánamo y cualquier forma de represión a países extranjeros, ni siquiera como castigo, como sucedió a raíz de los atentados del World Trade Center.
“En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falso que haya que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros Padres Fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, elaboraron una carta que garantizase el imperio de la ley y los derechos humanos, una carta que se ha perfeccionado con la sangre de generaciones. Esos ideales siguen iluminando el mundo, y no vamos a renunciar a ellos. (…) Nuestro poder crece mediante su uso prudente; nuestra seguridad nace de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y la moderación que deriva de la humildad y la contención”.
Barack Obama, con su talante abierto, dialogante, contemporizador, alejado de radicalismos, mirando al pasado y al futuro pero con los pies muy afianzados en el presente, lanza su discurso a la multitud con una voz grave, clara y firme que no deja lugar a dudas sobre la seguridad de sus propósitos, con ribetes poéticos que son bellos retazos de pensamiento, metáforas que llegan a los oídos y al alma de todo el que quiera escucharle.
Más que la belleza de la música del pequeño quinteto que tocó al aire libre poco antes del juramento, desafiando la fría mañana, más que la enorme expectación general del público allí congregado, más que el paseo triunfal a pie junto a su esposa, sin temor a las amenazas que se ciernen sobre su seguridad, hay un hombre que ha luchado duro por hacerse un camino en la vida, y que posiblemente nunca soñó que llegaría hasta donde está ahora. Obama ha alcanzado la cumbre en representación de todos los que hasta ahora han estado oprimidos y marginados.
Caroline Kennedy ha dicho de él: “Nadie ha conectado con la gente desde la muerte de mi padre como lo ha hecho Obama. Nadie nos ha ilusionado tanto (…) A veces cuesta bastante reconocer a esos seres especiales que tienen la rara habilidad de hacer que creamos en nosotros mismos y que son capaces de convencernos de que podemos hacer grandes cosas”.
Y cuando entró en la Casa Blanca, debió representársele en su mente aquellos esclavos negros que ayudaron a construirla y que también trabajaron allí como mayordomos y cocineros, y que vivían en los sótanos. Tendría que pasar mucho tiempo para que empezaran a trabajar también como funcionarios del gobierno, y todo empezó cuando Abraham Lincoln recibió a los primeros abolicionistas.
Ahora tenemos la impresión de que todo el mundo parece que espera de él más que de ninguno de sus antecesores, como si fuera un ser realmente especial del que pudiera caber hasta un milagro. Ayudémosle en su misión, que es la nuestra, colaboremos todos, no nos sentemos a esperar a ver qué pasa ni a criticar en cuanto algo salga mal. Tomemos su ejemplo. Creo que va a ser de los pocos presidentes norteamericanos que se tendrá ganado su sueldo.
“(…) no existe nada tan satisfactorio para el espíritu (…) como la entrega total a una tarea difícil. (…) Que los hijos de nuestros hijos puedan decir que, cuando se nos puso a prueba, nos negamos a permitir que se interrumpiera este viaje”.

miércoles, 21 de enero de 2009

Los niños de la Casa Blanca




Cuando pensamos en los habitantes de la Casa Blanca todos nos imaginamos al presidente, figura preeminente donde las haya de la actividad política internacional, pero no nos paramos a pensar en todos los niños que, por la ocupación de sus padres, han tenido que vivir y viven en ese lugar. Las anécdotas que han protagonizado a lo largo de décadas son incontables, y algunas tienen mucha enjundia.
Ya en los tiempos de Lincoln, su hijo Thomas asustaba a cualquiera que llegara haciendo sonar simultáneamente todos los timbres de la casa. Le gustaba disfrazarse de soldado y abrir fuego contra el gabinete presidencial con un cañón de juguete. También solía montar en un par de cabras que le había regalado su padre y dar con ellas vueltas alrededor de la casa en presencia de dignatarios, nobles y otros ilustres invitados.
Con Theodore Roosevelt la situación llegó a su máximo límite: tuvo que ordenar la construcción del Ala Oeste por el bullicio insoportable que hacían sus seis hijos. Éstos solían lanzarles a los mandatarios extranjeros globos llenos de agua y dejaban suelta una serpiente que tenían como mascota en el comedor oficial de la residencia. Constantemente hacían rabiar al personal de servicio paseando a su pony en el ascensor, usando los muebles como trampolines y deslizándose por las escaleras en bandejas. Roosevelt, a propósito de uno de sus hijos, llegó a decir: “Sólo puedo hacer una cosa, o ser presidente de EEUU o controlar a mi hija Alice”.
Algunos presidentes se tomaron muy a pecho el que la prensa pudiera hacer alguna crítica o burla de sus vástagos. Así pasó que Truman, cuando un columnista escribió que su hija Margaret no tenía ninguna cualidad para cantar, le envió una nota en la que le amenazó con “ponerte la nariz llena de sangre” si se le ocurría volver a escribir mal de la “primera niña”.
Otros corrieron peor suerte, como los hijos del presidente John Adams, George y John, que murieron jóvenes alcoholizados por la frustración de no poder cumplir las expectativas que su padre tenía para ellos.
Los hijos de John Kennedy llegaron a muy temprana edad a la Casa Blanca y fueron pronto el blanco preferido de los fotógrafos por su naturalidad y su fotogenia. La imagen del pequeño John escondido bajo la mesa de su padre en el Despacho Oval mientras éste trabajaba dio la vuelta al mundo. Su hermana Caroline cursó el primer grado con diez de sus amigos en un salón del tercer piso, pues su madre temió siempre por su seguridad. Actualmente parece querer dedicarse a la política desde que conoció al actual presidente cuando aún era casi un desconocido para la inmensa mayoría. Su madre ya le advirtió hace muchos años: “En política no puedes ir con zapatos de tacón. Todo es barro y zancadillas”.
La hija de Jimmy Carter, Amy, representó a los 9 años, edad que tenía cuando llegó a la Casa Blanca, la imagen viva del desvalimiento por su fragilidad y su profunda timidez. Solía llevarse su libro favorito a alguna cena de Estado, posiblemente para paliar el aburrimiento.
La hija de Ford, Susan, llegó a escaparse por las calles de la capital burlando la seguridad. Era una chica emprendedora y vital que no se conformaba con el sistema de vida establecido para ella. Años después se casó con uno de sus guardaespaldas.
Los hijos de Ronald Reagan dieron mucho que hablar. Pat estuvo vetada en ocasiones en la Casa Blanca debido a la mala relación con su madre por sus problemas de drogodependencia. Su hermano Ron, dedicado al mundo del ballet pese a la oposición paterna, fue seguido por el Servicio Secreto porque su padre no se fiaba de la clase de relación que tenía con sus amigos, de los que se decía eran homosexuales.
A los 13 años la hija de Bill Clinton, Chelsea, vió su imagen ridiculizada en el programa Saturday Night Life, uno de los de mayor audiencia del país, debido a su por entonces poco agraciada apariencia física. No menores fueron las burlas en el instituto cuando tuvo lugar el escándalo Levinsky. Sin embargo, a pesar de todo, últimamente parece tener deseos de seguir la carrera política de sus padres.
Las hijas gemelas del anterior presidente dieron la campanada en alguna ocasión. Jenna Bush fue detenida por beber alcohol sin tener la edad y por falsificar una identificación para conseguirlo. Dicen que le rogaron encarecidamente a su padre que no se volviera a presentar para una reelección.
Las actuales inquilinas, Maia y Sasha, tendrán que ver cómo sus amiguitos pasan inspecciones exhaustivas antes de entrar a jugar con ellas, o cómo sus guardaespaldas seguirán sus pasos día y noche. Son niñas que para la edad que tienen ya muestran una rara seguridad, como si fueran expertas en cuestión de imagen y desenvolvimiento ante el público. La mayor ya marca tendencias de moda. Dicen sus padres que procurarán que sus vidas se vean alteradas lo menos posible.
Así son los niños y adolescentes que han habitado y habitan la residencia oficial del presidente que mayor poder e influencia tiene a nivel mundial. Sus vidas habrán tenido que pasar por una fase azarosa mientras estuvieron allí, y algunos sí que lo pudieron solventar bien y otros no. Encuentro que es algo cruel someter a unos niños a una prueba así, siempre en el ojo del huracán, con sus vidas amenazadas y sufriendo las consecuencias de los errores que sus padres puedan cometer en el ejercicio de su mandato. Quién ha dicho que es fácil ser hijo de un presidente.

lunes, 19 de enero de 2009

En honor a la verdad (XIII)


- No me gustó un artículo que escribió hace algún tiempo Juan Manuel de Prada en el que afirmaba que los animales no tienen derechos, porque el concepto jurídico de “derecho” exige una obligación y los animales, a diferencia de las personas, no pueden obligarse. Dice que es también el caso de los niños, pero reconoce en ellos una potencialidad, serán sujetos de derechos y obligaciones en el futuro. Cree que equiparar lo humano y lo animal es indigno, sobre todo desde el punto de vista religioso, porque es como si se le negara a la persona su espiritualidad. Piensa que lo que sí tiene el ser humano con respecto a los animales es un deber, de protección, de respeto.
Aunque si se mira en el diccionario, el término “derecho” ciertamente se atribuye sólo a las personas, pero creo que ésto supone una aberración y una crueldad: parece como si los únicos seres vivos que existieran sobre la Tierra fuéramos la raza humana; el mundo animal y vegetal quedan reducidos a objetos, a cosas, su existencia está supeditada a la nuestra. Quizá no haya un Cielo para ellos, no lo sé, pero no será porque no lo merezcan: hay veces que los animales nos dan lecciones de vida a los humanos, tienen comportamientos verdaderamente ejemplares de los que la mayoría de nosotros seríamos incapaces, y no me refiero a los que están entrenados para salvar vidas. Ahí están los perros que mueren de pena cuando fallecen sus dueños, o el caso de unos delfines que rodearon a unas personas que iban a ser atacadas por tiburones, y así las protegieron. O aquellos que recuerdan a quienes les hicieron un bien alguna vez y procuran corresponder en cuanto se les presenta la ocasión, agradecidos. No es que seamos mejores o superiores unos en relación a otros, sólo tenemos características diferentes.
Todos somos criaturas de Dios.

- A veces no se sabe cuándo, dónde y quién tiene la solución más original para sacarte de un aprieto. En mi caso sucedió hace poco tiempo, cuando mi hija se quedó encerrada en los servicios de El Corte Inglés. No había manera de abrir aquella maldita puerta. Cerca de nosotras dos chicas veinteañeras que se estaban acicalando frente al espejo, se prestaron a ayudarnos. Una de ellas, después de darle vueltas a la cabeza durante unos instantes, sacó un bolígrafo de su bolso, le extrajo la carga de tinta e introdujo ésta en el agujero del pomo de la puerta. No tuvo que hacer muchas maniobras para conseguir abrirla. Hay gente que dispone de muchos recursos para salir con bien de las situaciones más difíciles, y si son habilidades de esta clase puede que se trate de potenciales y virtuosos ladrones. Ya las quisiera yo para mí.

- De niña, cuando iba al campo con mi familia los fines de semana, me gustaba tumbarme en la hierba y contemplar las nubes pasar sobre aquel cielo tan azul. Esas masas algodonosas y cambiantes pueden adoptar formas que a mí a veces se me antojaban de lo más disparatado. En realidad las nubes están hechas del mismo material que nuestros sueños, y se comportan de manera parecida: adquieren el contorno de lo que nuestra imaginación tenga a bien concederles en ese momento, y durante un breve lapso de tiempo.
Es bueno tumbarse sobre la hierba de vez en cuando durante un rato para contemplar las nubes pasar, a ver qué nos quieren mostrar en cada ocasión. O tumbarse en la cama y verlas a través de la ventana, es lo mismo. Siempre tienen algo que enseñar.

viernes, 16 de enero de 2009

La violencia


La gama de delitos relacionados con la violencia en todas sus formas no deja de crecer, pero siempre es mayor cuando las víctimas son mujeres y niños. Al tratarse de una cuestión de fuerza física, es el hombre por sus características genéticas el generador principal de toda esta barbarie, aunque últimamente también podría pensarse que ésto sucede por sus características psíquicas.
Parece claro que el origen de la violencia está en el afán de dominación. Muchas veces el que abusa de una mujer o de un niño no lo hace movido por un impulso sexual incontrolable, sino por el placer que siente viendo sufrir a otra persona y por la supuesta sensación de poder que ello parece producirle, ya que por un momento es dueño del destino de su víctima y hasta puede decidir sobre su vida y su muerte. Por eso la castración química, que en su día se propuso para todos aquellos que cometían este tipo de delitos y declararon que querían someterse a este tratamiento porque no podían seguir viviendo así, no sirve para nada cuando el problema no está en la apetencia sexual sino en la mente perturbada del agresor, que sigue impulsos mucho más oscuros y complejos.
Cuando un hombre ejerce la violencia, sea del tipo que sea, se convierte en un animal, o peor aún, en un monstruo, en un ser sin capacidad de raciocinio, cegado por la ira, sus fobias y sus frustraciones. Si es incapaz siquiera de respetar una orden de alejamiento, por ejemplo, en los casos de conflictos de pareja, y acosa a la mujer hasta la muerte, qué podemos pensar, no tiene sentido.
Nunca he entendido por qué el hombre necesita sentir que domina. ¿Qué necesidad tiene de controlar, de someter, de aplastar?. ¿Tiene eso algo que ver con la virilidad?. ¿Es que aún sigue creyendo que ésta radica en el liderato, en la superioridad sobre el resto del mundo, en la prepotencia?. Es tan absurdo como cuando se decía que un hombre es muy viril cuanto más musculoso, fuerte y peludo pareciera. Precisamente la estética homosexual pasa por dar esa imagen, muy excitante para los sentidos, pero que en la práctica nada tiene que ver con la virilidad en cuestión. Lo mismo que un hombre no lo es menos porque su pene sea pequeño, tenga impotencia o sea estéril.
En realidad no hacemos sino repetir las pautas de comportamiento propias del mundo animal: el macho es el que manda, sale a cazar y defiende su territorio y a las hembras frente a otros machos. Sólo que se supone que hace tiempo nos desmarcamos del ser humano prehistórico y adoptamos otro tipo de comportamientos más “racionales”. Los que dicen que el no seguir los parámetros establecidos desde el comienzo de los tiempos es ir contra la Naturaleza están defendiendo una aberración. Ahora ya no es sólo el macho el que sale de casa para conseguir el sustento de la familia. Si las mujeres tenemos que hacer cosas que antes estaban reservadas exclusivamente a los hombres, éstos también tienen que hacer las que se nos habían encomendado a nosotras: cuidar de los hijos y del hogar. No creo que sea tan difícil entender ésto, es algo bien sencillo: repartir. Pero el que ha gozado de privilegios durante tanto tiempo le es difícil compartir. Lo que me parece increíble es que hayan tenido que pasar tantos siglos hasta que pudimos llegar a esta conclusión tan lógica y tan simple.
El hombre debe expresar sus emociones abiertamente sin considerársele un pusilánime o un afeminado. No es más viril el que más consigue contenerse, la virilidad consiste en otro tipo de cosas. En el diccionario dice que es ser esforzado, valeroso y firme, entendiendo ésto último como constante. La incapacidad o la imposibilidad para mostrar los estados de ánimo es más bien una cuestión de salud mental, una aceptación de las propias necesidades y debilidades, que no son cosas vergonzosas sino perfectamente humanas. Desarrollar nuestras cualidades como persona y mostrarlas a nosotros mismos y a los demás en el normal desenvolvimiento cotidiano nos hace más hombres y más mujeres, más personas.
Se tiene que acabar la violencia sobre mujeres y niños, y sobre nuestros mayores. Parece que nuestra menor fuerza física nos convierte en un grupo social marginado. Se tienen que terminar las discriminaciones, debe empezar a cundir el respeto. No sé dónde está a veces esa mente tan “racional” que se supone hemos alcanzado tras siglos de evolución. El “homo sapiens” es con frecuencia más un “homo insipiens”.
Al intentar demostrar continuamente lo fuerte que es y lo mucho que vale, el hombre está poniendo al descubierto esa debilidad de la que tanto abomina. La fuerza y la valía están en la razón, en los sentimientos, en las palabras, en las acciones llevadas a cabo con nobleza de corazón.
Hay que poner fin a este clima de violencia y desconfianza entre los géneros. Es absurdo, no tiene sentido.
Recapacitemos, todos saldremos ganando. Ahora lo único que hacemos es salir perdiendo.

jueves, 15 de enero de 2009

Peligro: zona radiactiva




Volviendo a ver “El síndrome de China”, compruebo que el tema de los peligros que la radiactividad entraña sigue estando desgraciadamente de rabiosa actualidad, da igual el tiempo que pase. El drama sufrido por el protagonista en su intento de paralizar la central nuclear en la que trabajaba, debido a fallos en su funcionamiento que los responsables se negaban a admitir por el coste económico que ello suponía, es una voz de alarma contra la ligereza con la que se trata el uso de este tipo de energía. Después de conocer sus efectos devastadores por dramáticas experiencias del pasado, aún sigue proliferando su uso por doquier.
La voz de alarma y denuncia que lanza el protagonista de esta película debería ser escuchada por los gobiernos de todo el mundo. Tras lo que sucedió en Chernóbil hace casi 23 años cualquier precaución que se tome es poca. En aquella ocasión se produjo un incidente de categoría nivel 7, el más alto que existe, mientras se realizaba un ensayo y debido a una sucesión de fallos humanos. Como consecuencia de aquello fue liberado material radiactivo 500 veces superior al de la bomba de Hiroshima, en forma de una gigantesca nube tóxica que provocó un estado de alerta internacional en los países de Europa septentrional y central. La ciudad de Chernóbil, que está a 14,5 kms. de la central, fue abandonada. En total se evacuaron 135 mil personas que vivían en poblaciones cercanas.
Al principio los 4 kms. de bosque de pino situado en las inmediaciones se volvió marrón y se secó. Muchos animales murieron y los que quedaron dejaron de reproducirse. La causa común de muerte fue la desintegración de sus glándulas tiroideas. Las víctimas humanas también fallecieron a consecuencia de cáncer de tiroides en su mayoría. Aún hoy podemos ver en aquella zona árboles atrofiados y deformes. Las personas que nacieron tras aquella catástrofe sufrieron malformaciones y enfermedades, y la esperanza de vida de aquellos a los que les afectó la radiación de forma más directa se acortó considerablemente. Tardaron 14 años en cerrar la central definitivamente, cuando se construyó un sarcófago en torno al reactor.
En las zonas que quedaron despobladas prolifera ahora la vegetación salvaje y especies de animales que hacía mucho tiempo no se veían, y parecen no sufrir los efectos nocivos que la nube radiactiva provocó en su momento.
Cinco millones de personas viven actualmente en zonas que aún están contaminadas.
La eliminación de los residuos radiactivos ha supuesto siempre un gran problema. Antes de 1983 se vertían al mar, pero después esta práctica fue prohibida por su peligrosidad y desde entonces se procede a su almacenamiento subterráneo o en superficie (usado en España), en zonas geológicamente estables e impermeables. Hay 3 niveles de contaminación.
En nuestro país el caso más reciente fue en 1988 con el cierre de la central nuclear de Almaraz debido también a una fuga radiactiva. Yo estuve visitándola con una excursión el último año del colegio, y en ningún momento me sentí segura estando allí.
Aunque la secuela más frecuente del abuso de esta energía son las lluvias radiactivas, procedentes principalmente de las pruebas nucleares.
En nuestra vida diaria estamos sometidos a radiaciones que, por su baja intensidad, se supone que no son malas para la salud: microondas, secadores de pelo, móviles, pantallas de televisión y ordenador, pararrayos, etc.
La parodia que se hace en los Simpson sobre este tema no tiene desperdicio, y es una ácida crítica social a la ignorancia, la estupidez y el afán autodestructivo que parecemos tener los seres humanos.
Hay muchas energías alternativas a la energía nuclear que son limpias y renovables, entendiendo ésto último como aquellas que se producen de forma continua, que son inagotables y respetan el medio ambiente, y aquella debería quedar relegada únicamente al ámbito de la Medicina.
Dicen que de las muchas formas como estamos destruyendo nuestro planeta, la que seguramente acabará con el mundo conocido será la energía nuclear, arma que utilizan los gobiernos como instrumento de poder.
Lo malo no es que estén jugando con fuego, si no que están jugando con la vida de todos nosotros.

miércoles, 14 de enero de 2009

Gandhi: el camino hacia la paz y la libertad


Pocas personas han conseguido una influencia política, moral y religiosa como la que tuvo Gandhi mientras vivió. Fue la suya una existencia marcada por diversas culturas, con influencias muy distintas que aunó en una única filosofía vital.
Era hijo de un primer ministro perteneciente a la casta de los comerciantes. De su madre, una mujer profundamente religiosa, aprendió todo lo que luego le fue característico: a no hacer daño a ningún ser vivo, a ser vegetariano, a ayunar para purificarse, y a tener tolerancia con otros credos.
A los 13 años se casó en un matrimonio concertado, según la costumbre de la India, unión de la cual nacieron cuatro hijos.
Fue un adolescente silencioso y retraído que no brilló en los estudios, aunque con mucho esfuerzo consiguió ingresar en la Universidad de Londres, donde estudió Derecho. En el tiempo que pasó allí descubrió Oriente a través de Occidente, pues comenzó a frecuentar a teósofos, quienes lo iniciaron en la lectura del primer clásico indio, el “Bhagavad Gita”, libro que fue fundamental para él, y en el cristianismo. Tuvo también una gran influencia de Tolstoi, con quien mantuvo correspondencia hasta la muerte de éste, y su anarquismo cristiano, por el que afirmaba que si cada individuo es valioso ante Dios, sólo rige el derecho natural de las personas como fundamento de la libertad individual, y no hay lugar para gobiernos, civiles ni eclesiásticos. Dios nos guía si mostramos compasión y valoramos a cada ser humano como Su hijo. La fe es algo personal y no hacen falta intermediarios jerarquizados o institucionalizados como la Iglesia.
A su regreso a la India trató de establecerse como abogado en Bombay, pero sin éxito: ya en su primera actuación profesional enmudeció ante los tribunales.
Aceptó firmar un contrato de trabajo por un año con una compañía india que operaba en Sudáfrica para llevar sus asuntos legales. Durante su estancia en aquel país supo de la situación de discriminación en la que se hallaba la comunidad hindú que trabajaba allí, de la que él mismo fue víctima: cuando viajaba a Pretoria fue sacado a la fuerza del tren que lo llevaba cuando se negó a mudarse del vagón de 1ª clase al de 3ª, destinado a la población negra. Más tarde, viajando en una diligencia, fue golpeado por el conductor cuando se negó a ceder su asiento a un pasajero de piel blanca. Además no le dieron alojamiento en varios hoteles debido a su raza.
Cuando iba a regresar a la India al acabar su contrato, supo que estaban elaborando una ley que negaría el voto a los indios, y pospuso su viaje.
Fundó un partido que se dedicó a denunciar la violación de los derechos de los indios y la discriminación de que les hacían objeto los británicos. También creó un periódico para denunciar todos estos hechos.
Regresó brevemente a la India para traer a su mujer y sus hijos, y cuando volvió fue atacado por un grupo de blancos que trataron de lincharlo. Rehusó denunciarlos a la justicia, pues era uno de sus principios el no buscar ser resarcido en los tribunales por los daños perpetrados sobre su persona.
El gobierno de Transvaal, una de las provincias de Sudáfrica, promulgó una ley que obligaba a todos los indios a registrarse. Ésto originó una protesta masiva que Gandhi encabezó mediante el lema de la no violencia. Duró siete años y miles de indios fueron encarcelados, azotados y fusilados. La denuncia en el exterior de los métodos extremos utilizados por el gobierno de Sudáfrica obligó a éste a negociar una solución con Gandhi.
Cuando volvió a la India fue recibido como un héroe. Fundó una comunidad casi monástica en la que estaban prohibidas las vestimentas extranjeras, las comidas con especias y la propiedad privada. Se dedicaba a la agricultura y a confeccionar sus ropas.
En su lucha por lograr la independencia de la India recurrió a la desobediencia civil, que incluía la negativa a pagar impuestos, la dimisión de cargos políticos locales y el abandono en masa de sus puestos, etc. Incluso le secundó el ejército indio cuando los soldados se negaron a disparar sobre los manifestantes.
Fue encarcelado en varias ocasiones. Su mujer murió durante una de ellas, mientras él hacía ayuno. Él consideró esta práctica una forma de llamar la atención sobre sus reivindicaciones. Rechazaba la lucha armada y predicaba la fidelidad a los dictados de la conciencia y el retorno a la tradición. Gandhi gozaba de una gran influencia en las comunidades hindúes y musulmanas. Su mera presencia evitaba y paraba desórdenes y motines.
Tras conseguir la independencia de la India, trató de reformar la sociedad apostando por integrar las castas más bajas, y por desarrollar las zonas rurales. Desaprobó los conflictos religiosos, defendiendo a los musulmanes en territorio hindú, lo que hizo que fuera asesinado por un integrista indio cuando se dirigía a una reunión para rezar.
Aún hoy éste sigue siendo en ese país motivo de conflictos y sangrientos enfrentamientos, pues hace unos días leí un reportaje en el que se decía que los cristianos están allí perseguidos, pues mucha gente perteneciente a la casta más desfavorecida se convierte al catolicismo para escapar de su precaria situación, pero al ser ahora masacrados se está dando la situación contraria, que están abandonado las creencias cristianas por temor.
Gandhi ha sido criticado por llevar sus convicciones personales hasta el extremo, pues se le ha acusado de atentar contra su propia integridad física con esas prolongadas huelgas de hambre que mantenía, ejemplo imitado por millones de adeptos. También se ha dicho que no seguía una línea de pensamiento constante, si no que según se iban desarrollando los acontecimientos cambiaba su orientación y su forma de actuar hasta extremos radicalmente opuestos, con lo que sembraba el desconcierto entre sus muchos fieles.
Pero indiscutiblemente Gandhi fue un icono de la espiritualidad, del idealismo, de la búsqueda de Dios mediante la paz, el ascetismo y la austeridad, un hombre que no se conformaba con aceptar el orden establecido si no que se lo cuestionaba todo e intentaba mejorar el mundo a su manera tan particular. Fue además una persona modesta que rechazó en más de una ocasión el apelativo de "mahatma", que significa "gran alma", que en su día le dieron.
Su aspecto aparentemente frágil ocultaba en realidad una fuerza interior como pocas ha habido, basada únicamente en la resistencia pacífica y en la firmeza de sus convicciones. Como él mismo dijo, “la violencia es el miedo a los ideales de los demás”. Y también “la libertad externa viene después de haber desarrollado nuestra libertad interna”.
Otros líderes han tomado el relevo al frente de su país después y todos han tenido el mismo final. Pero nada se da por perdido: a pesar de los años que han pasado desde que murió, aún sigue creciendo la semilla que plantó en su día, un camino que se va haciendo poco a poco hacia la paz y la libertad.

viernes, 9 de enero de 2009

En honor a la verdad (XII)







- No he visto nunca caer una nevada como la que está cayendo hoy en Madrid. Qué extraño se vuelve el paisaje de repente, pero qué bonito. En las calles la nieve marca los contornos de las cosas y se perciben objetos en los que nunca antes se había reparado. Es como si fuera una postal. En los espacios abiertos, en cambio, la blancura hace que las cosas pierdan su contorno, los espacios se vuelven infinitos. Lo malo es que no se puede ir contemplando tanta belleza con tranquilidad porque hay que ir mirando dónde ponemos los pies, pues el calzado que normalmente usamos no está preparado para estas eventualidades y no se hace otra cosa que patinar. Se supone que ésto pega más en Navidad. Y es que nunca nieva a gusto de todos.

- Aunque para mí la Navidad empieza antes y termina más tarde de lo que los calendarios señalan. De hecho, aún no he quitado los adornos en casa. Antes recuerdo que los crismas que familiares y amigos enviaban formaban parte de la decoración navideña. Ahora se ha perdido casi el gusto y la costumbre de felicitar las Pascuas de esa manera. Los mensajes de los móviles y los correos electrónicos han acabado con todo eso. De jovencitas a mi hermana y a mí nos gustaba ir a una papelería que había junto a la Puerta del Sol, “Bargueño”, en la que por estas fechas se exhibían pegados a las paredes de un pasillo que tenían al fondo crismas de todas clases hechos con un gusto exquisito. Algunos eran verdaderas obras de arte. Ya no los he vuelto a ver así, y los que se prodigan ahora son más impersonales, más ostentosos, hay muchos colores chillones y demasiados dorados. Recuerdo también los juegos de escritorio tan elegantes y el papel de regalo tan bonito que se vendían allí. Ir a comprar crismas a aquel lugar tenía siempre algo de mágico, pero tras casi siglo y medio abierta, pues era una de las más antiguas de Madrid, la papelería tuvo que cerrar y en su lugar pusieron una boutique con una ropa estrafalaria y horrible. Me gustaría encontrar otro sitio parecido en el que hubiera crismas como aquellos, aunque ahora sería para coleccionarlos.

- Cómo me hacen reír los pingüinos de la primera parte de “Madagascar”, son un encanto. Es divertidísimo verlos hablando entre sí como si fueran unos mafiosos, con el jefe que se dedica a abofetear a todo el que se ponga por delante, y cómo se adueñan del barco. Cuánta personalidad en unos cuerpos tan pequeños. Cuando llegan a la playa y sacan la crema bronceadora es que me parto. Y cuando regresan al Polo se acuerdan de lo bien que se estaba donde hace calor y no se lo piensan ni dos segundos, regresan al clima cálido (el frío para otros).
Ahora han sacado unos cortos de animación de Pixar que no tienen desperdicio por su originalidad y su humor tan sarcástico. Dicen que los dibujos animados son cosa de niños pero no es verdad: cuando están tan bien hechos y tienen tanto ingenio, son para todos.

- El otro día, cuando salía en televisión el nuevo anuncio de Bacardí con el mojito, en el que aparecen unas espléndidas escenas a cámara lenta de gente con maravillosos cuerpos moviendo la cadera con ritmos tropicales, no se le ocurre otra cosa a mi hijo que decir: “¡Menudas jamelgas!. Quién pudiera arrimar ahí la cebolleta”. ¡Pero si sólo tiene 13 años!. Me hace gracia y me sorprende, está cambiando tan deprisa que no me da tiempo a acostumbrarme.

jueves, 8 de enero de 2009

Las sandalias del pescador


No debe ser nada fácil llevar las sandalias del pescador. El legado que Cristo dejó a los miembros de su Iglesia pasa por caminar por la vida con humildad, como humilde fue el origen de los apóstoles, que primero pescaron peces y luego se hicieron pescadores de hombres.
Poco tiene que ver ahora aquel sencillo origen de Pedro con el lujo y la riqueza de nuestra Iglesia de hoy en día. El particular retrato que hizo Anthony Queen de la vida de un Papa pone en evidencia todo ésto. Desde su investidura, en la que se puede ver el complicado y bello ritual que se sigue, hasta su nueva vida en el Vaticano. Se cuenta también su modesta procedencia y su juventud tan difícil, en la Europa de entreguerras, algo que tiene en común con nuestro Papa actual.
El Papa que interpretó Queen es un hombre que, pese a aceptar remiso el nombramiento que se le hace, muy en contra de su voluntad y casi avergonzado al principio, no renuncia sin embargo a su propia manera de ver las cosas y de actuar. Así, cuando por fin es investido, se quita la corona y anuncia desde el balcón a los fieles que le apoyan y vitorean que donará el oro de las arcas vaticanas y las piedras preciosas que adornan su tiara pontificia para sustento de los más necesitados, ante la sorpresa de todos. Al principio hace el anuncio temeroso, porque le asusta el rechazo que suele seguir a cualquier intento de innovación, cuando se quieren cambiar costumbres arraigadas durante siglos, pero es finalmente apoyado por todos, conmovidos por su generosidad, su valor, su sencillez y su fe. El Papa Pablo VI fue el primero que rechazó llevar la tiara pontificia o también llamada triple coronal papal, por representar los poderes terrenales. Hoy cada Papa decide si se corona o no.
En la película de Queen pareciera que el Papa es prisionero dentro de su propia casa. Se ve la soledad que siente cuando está en el Vaticano, a pesar de los muchos ayudantes que le rodean, y se siente su ansia de libertad, la que tenía antes de llegar allí. Por eso decide un día hacerse con una simple sotana y un sombrero y salir a las calles de Roma, a sentir la vida bullir en torno suyo.
Tengo un especial recuerdo para el Papa Juan Pablo II, que tanto tiempo se calzó las sandalias del pescador. No debe ser lo mismo estar a la cabeza de cualquier Estado a serlo del Vaticano, por minúsculo que éste sea. Aunar en una sola persona lo terrenal y lo divino debe resultar una pesada carga. Nuestro anterior Papa no debió sentir esa soledad de la que antes hablábamos por su talante extraordinariamente abierto y su constante peregrinación a todos los puntos del planeta. Siento mucho que en sus últimos años esta obligación que él mismo se impuso convirtiera su vida en un calvario por su muy precario estado de salud. No quiso renunciar a la forma de vida que había llevado desde que empezó su mandato, pues nunca pensó en sí mismo si no en los demás. Su sacrificio fue como el que hizo Jesús en la Cruz, y a El se lo ofreció, aunque siempre pensé aquel lento proceso de dolor y degradación pública iba en contra de los derechos humanos. Ahora que es tan importante la imagen, la visión de aquel anciano decrépito que se medio arrastraba de aquí para allá en medio de interminables y agotadores viajes resultaba cruel, antinatural. La religión es lo que tiene, que lleva a conductas que no siguen parámetros convencionales.
A veces, aunque un sacrificio pueda resultar excesivamente penoso, siempre se hace pensando en que pueda traer consigo cosas buenas, y el Papa Juan Pablo II se sabía ejemplo del mundo entero, no sólo de la cristiandad, el espejo en el que poder mirarse cuando ya quedan pocas imágenes que representen los valores necesarios para fundamentar nuestras vidas con un poco de dignidad.
Las sandalias del pescador han sido calzadas por muchos, y por muchos serán calzadas en el futuro, por aquellos que son pescadores de hombres.

miércoles, 7 de enero de 2009

La crisis




De un tiempo a esta parte se están haciendo constantemente referencias al crack del 29 cuando se habla de la actual crisis que nos acecha, aunque la gravedad y repercusión que tuvo aquel suceso no creo que vuelvan a repetirse, y éste es un tema que desde siempre ha despertado mi interés, quizá por la forma en que se produjo y el impacto que tuvo en la sociedad de entonces, el famoso “pánico” de Wall Street.
Sin duda, una crisis económica puede derivar en una crisis social, como ya he leído por ahí. Se afirma incluso que la desmoralización y descontento que aquel acontecimiento tuvo en todo el mundo fue el origen del nazismo y todos los movimientos totalitaristas que surgieron. La eterna clase media fue la más afectada, los llamados “cuellos blancos”, frente a los “cuellos azules” de la clase obrera, arropada por el comunismo y los sindicatos.
En aquel momento se produjeron escenas nunca antes vistas en una sociedad capitalista avanzada: la gente haciendo cola en los comedores sociales como los mendigos, y en los puestos instalados en la calle, vestidos con la ropa normal de siempre porque no mucho antes tenían lo necesario para vivir. O las familias durmiendo en mitad de la acera, medio arropadas con mantas porque de la noche a la mañana se habían quedado sin hogar.
He leído que, a pesar de todo ésto, la solidaridad alcanzó cotas inimaginables. Los que sí disponían de algo más lo compartían con los que nada les había quedado. Se llegaron a hacer colectas para pagar entierros y a dejar habitaciones libres en las casas para que las ocuparan temporalmente los que se habían visto privados de un techo, o un sitio en la mesa a la hora de la comida.
Cuando se habla de aquello, pareciera como si fuera un hecho que se hubiera producido de forma repentina. En realidad hacía meses que los índices bursátiles se estaban comportando de una forma peculiar. He leído una cosa muy truculenta sobre este tema, lo que ha dado en llamarse “la teoría de la rana”, según la cual si echas una rana a una olla de agua hirviendo el animal salta inmediatamente fuera, pero si la echas en agua a temperatura normal y luego la vas calentando, la rana no advertirá el cambio hasta que sea demasiado tarde y morirá.
El desastre final sí que fue muy rápido, cogió a la gente por sorpresa, dejó a todo el mundo sin casi capacidad de reacción, y casi nadie pudo hacer nada por salvar su dinero. Este shock fue lo que provocó la gran oleada de suicidios que se siguieron, y el método mayoritariamente elegido fue el de tirarse por una ventana. En los hoteles creían que en esos días más que alquilar habitaciones se alquilaban ventanas.
Desde el punto de vista sociológico, es un fenómeno enormemente interesante. Fue como una especie de locura colectiva, la reacción extrema y terminal ante un suceso pavoroso y repentino, que hizo que muchos se abandonaran a la desesperación y vieran en la muerte la única salida posible.
En el shock emocional hay una pérdida del control mental racional, y su repercusión en las personas depende de la fortaleza psíquica de cada cual. El “efecto dominó” o “contagio psíquico colectivo” tuvieron también mucho que ver, pues el individuo se ve inmerso en una situación que hasta entonces podía analizar de forma objetiva, pero por la sucesión de acontecimientos y la reacción en masa que éstos provocan, se ve arrastrado a un punto al que nunca antes hubiera pensado llegar. Las crisis económicas y la recesión que las acompaña después me han parecido siempre como las tempestades en el mar, cuando las olas y la corriente te zarandean, y luego la marea te arrastra a cualquier lugar.
En condiciones normales, nadie en su sano juicio se quitaría la vida por un montón de dinero. La gente suele tener mucho miedo a perder su nivel económico, porque parece que lo material es lo que da seguridad a sus vidas. No se dan cuenta que los bienes que se pierden se pueden volver a recuperar, aunque lleve mucho tiempo y trabajo conseguirlo. Son las cosas inmateriales que se pierden las que son de difícil recuperación: el amor, la confianza, el respeto, y suele ser ésto el motivo fundamental de suicidio en condiciones normales. Pero las catástrofes sociales suelen regirse por normas distintas a las catástrofes individuales.
Todas esas personas que se quitaron la vida tras el crack del 29 llevaron a cabo un ejercicio de cobardía a gran escala, pues fueron en su mayoría cabezas de familia que dejaron mujer e hijos abandonados a su suerte, desamparados.
Estas experiencias del pasado nos sirven para prepararnos ante acontecimientos futuros de curso similar, y así poder reaccionar a tiempo y con otro talante. Porque está demostrado que la Historia es cíclica, se repite una y otra vez invariablemente, da igual el dolor que los errores de antaño hayan provocado, nunca terminamos de aprender la lección. Crisis ha habido unas cuantas después de aquella, y la que yo más recuerdo es una que hubo a finales de los 90, cuando aquí en España empezaron a cerrar las pequeñas y medianas empresas y el paro fue tan grande. Veías a gente por la calle bien trajeada pidiendo limosna. En muy corto espacio de tiempo, el que tenía casa y trabajo se quedó sin nada, arruinado, mendigando para subsistir. Como eran gente cualificada, no de oficios, no sabían apenas hacer otra cosa que su trabajo especializado, y encontrar otra ocupación les fue muy difícil. De aquel “bajón” financiero no nos hemos llegado a recuperar nunca del todo, todas las empresas y comercios que han ido cerrando desde entonces ya no han vuelto a resurgir, y su lugar lo han ocupado los inmigrantes chinos con sus negocios de bajo coste.
Siempre sucede lo mismo: a una época de prosperidad general y confianza le sigue un descalabro financiero. Se habla de “burbuja”, como algo que se infla de forma artificial hasta tal punto que termina estallando. Ésto parece más bien como una montaña rusa, con subidas y bajadas bruscas e interminables cuyo fin es que quememos adrenalina sin parar. Aunque han pasado ya 79 años, miramos a la Bolsa con temor desde lo del 29, como si fuera un dios que rigiera nuestros destinos, con poder sobre la vida y la muerte, y que tan pronto reparte bonanza como ruina y miseria. O como una bestia oscura y agazapada de la que tarde o temprano nada bueno podemos esperar.
Propongo unas cuantas soluciones domésticas para capear el temporal:
1) Que todos dispongamos de pequeños invernaderos y huertos en casa para cultivar nuestros alimentos a pequeña escala. En lugar de las habituales macetas de marihuana, demos paso a las jardineras llenas de tomates, judías verdes y naranjas. Como en casa no se pueden tener animales de granja, nos tendremos que hacer vegetarianos. Lástima.
2) Que guardemos la ropa vieja pasada de moda para los restos, porque aunque parezca que vayamos disfrazados con ella, mejor eso que nada.
3) Que no invirtamos en Bolsa, o lo menos posible.
4) Que guardemos el dinero en otro sitio que no sean los bancos, porque en casa te pueden robar pero en los bancos te roban fijo. Debajo del colchón o de un ladrillo y metido en un calcetín, como se ha hecho toda la vida.
Las crisis las hacemos nosotros, no vienen solas. Afrontémoslas con recursos prácticos, ya que parece inevitable que se produzcan.

lunes, 5 de enero de 2009

Infancia


En este país nuestro hay pocas facilidades para que las madres puedan criar a sus hijos durante unos cuantos años, porque no existen mejoras laborales lo suficientemente eficaces a pesar del famoso plan concilia familiar que tenemos los que trabajamos en la Administración, y muchas menos las hay en otros sectores laborales como el de los comercios, donde los empleados de los grandes almacenes, por ejemplo, se ven obligados a soportar horarios interminables en días festivos. Tampoco hay ayudas económicas para fomentar y apoyar la natalidad que estén verdaderamente adecuadas a la realidad social. A mí me hubiera gustado en su momento poderme incorporar al trabajo mucho tiempo después de cuando lo hice tras tener a mis hijos. Me entristeció mucho no poder hacerlo, pensé que la vida está hoy en día organizada de forma antinatural.
En otros países de Europa, como Austria, las mujeres disponen de varios años de excedencia remunerada con derecho a reserva del puesto de trabajo cuando son madres, y unas subvenciones importantes hasta que sus hijos cumplen la mayoría de edad, además de algunas de menor cuantía mientras éstos vivan a expensas de sus padres y no tengan empleo reconocido.
Hace poco ví una película en la que un niño terminaba queriendo más a su niñera que a sus propios padres. Peor son los que no tienen siquiera a alguien contratado para que se ocupe de ellos, como les sucede a los hijos de los inmigrantes, que están siempre solos porque sus progenitores pasan la mayor parte del día trabajando y los niños se las tienen que arreglar por su cuenta y riesgo desde edad muy temprana, yendo sin nadie que les acompañe por la calle y sin nadie en sus casas que les atienda en sus necesidades.
La infancia es una etapa de la vida que pasa demasiado rápidamente y es crucial para el desarrollo posterior de las personas, porque nos marca para siempre. Es un momento en el que estamos desvalidos, como también sucede cuando llegamos a ancianos, y debemos tener la atención suficiente para salir adelante sin problemas.
Cuando decidí traer hijos al mundo todos estos pensamientos estaban presentes en mi mente. Me siento profundamente agradecida por haber venido a este mundo para poder ser madre. No siempre lo he hecho bien, desde luego. Sólo tengo que recordar que durante meses, mientras me estaba divorciando, vivía ensimismada con mis preocupaciones y apenas hacía caso a mis niños, casi no les hablaba ni les daba muestras de cariño. Actuaba como una autómata, hasta que por fin asimilé todo aquello y pude volver a ser yo misma. Durante ese tiempo ellos nunca me hicieron reproche alguno y, entre asustados y tristes, esperaron. No saben cuánto lamento que pasara todo así. La paciencia que los niños pueden llegar a tener con nosotros, los que se supone que somos adultos, es mucho mayor que la que tenemos nosotros con ellos mientras los criamos, educamos y enseñamos. En realidad no sé quién enseña a quién. Me agobia pensar que no sea capaz de cubrir sus necesidades afectivas, pues la vida que ahora tienen no es la que precisamente imaginaba para ellos cuando vinieron a este mundo. Yo he visto otros padres que suplen sus ausencias y acallan su mala conciencia por no demostrar un verdadero interés por todo lo que concierne a sus hijos comprándoles montones de juguetes. Qué absurdo, es una barbaridad.
Puedo decir que el amor que siento por mis niños no ha hecho si no crecer con el tiempo y es mucho mayor ahora que el que sentí entonces cuando los tuve por primera vez en mis brazos. De mí tendrán siempre apoyo incondicional, nunca juzgaré sus actos, lo mismo que ellos no juzgan los míos, al menos que yo sepa.
Hace un par de semanas leí un artículo de Pérez Reverte que me dejó helada. En él apoyaba el castigo físico para los pequeños, alegando que siempre se ha educado de esta manera y es mucho más eficaz que el diálogo y la comprensión mutua. Cree que los menores son incapaces, por su edad, de entender las cosas si no es imponiéndoselas, sin más explicaciones. Disciplina para forjar el espíritu. Y por supuesto ésto se hace extensible a los centros escolares, como pasaba antaño: si hay que pegar se pega, para que todos tomen ejemplo y nadie lo olvide. Debo decir que nunca he pensado que Pérez Reverte fuera un hombre de talante demasiado progresista, pero en este terreno ha puesto al descubierto una mentalidad medieval, es una auténtica aberración lo que dice, y si a él le han educado así entonces no me extraña su gusto por la violencia.
Alguien que discurre de esta manera no suele distinguir mucho entre un animal y una persona, puesto que les da un trato parecido. No sabe que para hacerse respetar hay que saber respetar primero, y eso incluye todos los ámbitos, no sólo el de la infancia.
Es bien cierto que los niños buscan siempre ponernos al límite, es una forma que tienen de medir sus fuerzas y nuestra capacidad de respuesta. Muchas veces lo hacen sólo como una llamada de atención cuando no se sienten suficientemente atendidos. Pero ahí debe entrar en juego nuestra comprensión y una especie de entrenamiento personal, como un autodominio, porque si sólo sabemos responder con la agresión, al final lo único que hacemos no es educarlos sino pagar con ellos las frustraciones de la vida diaria, descargar nuestras tensiones en quien menos culpa tiene de ellas, y de este modo ponemos al descubierto nuestra incapacidad para solventar los problemas de una forma racional. Además de que es la forma más rápida de zanjar cualquier cuestión, el recurso fácil, en lugar de echar mano de otros recursos que a lo mejor nos cuesta más sacar a relucir como es la paciencia. Menudo ejemplo les damos, algo que por desgracia pueden llegar a repetir en el futuro cuando tengan sus propios hijos.
Yo siempre he creído que tener hijos hace que tengamos casi la obligación moral de superarnos a nosotros mismos, aunque nos equivoquemos muchas veces porque nadie es perfecto. Nos tenemos que dar un margen de confianza, a ellos y a nosotros. Quisiera que mis hijos pudieran sentirse orgullosos de mí algún día, lo mismo que lo estoy yo de ellos.
En realidad no debemos dejar que nuestra infancia sea un reducto de nuestra memoria perdido en el tiempo, no debemos dejar de ser niños nunca.

viernes, 2 de enero de 2009

En honor a la verdad (XI)



- Ana hizo un crisma como trabajo de clase que ha resultado ser muy original e imaginativo: ha dibujado una parte del salón de casa, donde están las puertas de su dormitorio y el mío, y a través de ellas, que están abiertas, se nos ve a nosotras dormidas cada una en su cama, soñando con un regalo. En medio de las puertas está el árbol de Navidad y delante de él se acaban de encontrar frente a frente los Reyes Magos y Papá Noel, que se miran con cara de desconcierto, y de cada uno de ellos sale un interrogante. Es un claro conflicto de competencias que parece no tener mucha solución y que acabará cuando se termine imponiendo más una tradición que la otra, aunque por desgracia es bastante probable que no sea la nuestra. Reflejar esta disyuntiva en un crisma no deja de tener su enjundia.

- Pero para imaginación la que le echa la gente a lo que hemos conocido tradicionalmente como belén navideño. El otro día, yendo con unas amigas, ví uno en una sede de la ONCE, que era enorme y al que no le faltaba de nada, pero tenía un par de curiosidades: una especie de oasis con su palmera y un platillo plateado a modo de estanque para que la gente echara dinero, y un pequeño kiosco con diminutos cupones y una cola de compradores delante formada con algunos de los habitantes del belén, ataviados con las típicas ropas árabes, y que hacía honor al lugar en el que estaba. Ver cosas modernas en otras que son antiguas es chocante pero también divertido.

- A mi hijo, que suele ser muy lógico y racional, le ha dado por pensar en la injusta condición que arrastra el género femenino desde siempre. Él no entiende por qué se nos diferencia del género masculino en cuanto a derechos, aunque supone que el origen de todo esto está en la posesión de la fuerza física. El pobre quiso encontrar una solución a este problema, y vió que la única forma de hacernos valer las mujeres es, cómo no, ejerciendo también nosotras fuerza física. “¿Tendríais que hacer una guerra, no?”, me preguntó. Es lamentable que hasta un niño crea que las cosas en el mundo sólo se pueden conseguir imponiéndose y con violencia. O quizá crea que los de su género sólo son capaces de solventar diferencias de esta manera. “¿Cómo es que en tantísimos siglos no lo hayáis intentado alguna vez?”, me dijo. No sé si sabrá la historia de las amazonas, pero esa tampoco es solución, porque sería emular la actitud de los hombres con respecto a nosotras y, desde luego, no vamos a caer en el mismo error.
Las mujeres no queremos competir, son los hombres los que no quieren renunciar a su hegemonía, son ellos los que no quieren perder el monopolio que tienen sobre casi todas las cosas de la vida. Sigue siendo en el siglo XXI todo un hándicap nacer mujer.
 
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