lunes, 18 de junio de 2012

Fotógrafos (XIII): Bert Stern


Hay pocos fotógrafos vivos con una trayectoria tan intensa como la de Bert Stern. Quién no conoce la serie de fotos que le tomó a Marilyn, dos mil y pico instantáneas que dieron la vuelta al mundo, de las últimas que se le hicieron a la actriz antes de morir.

Stern es famoso por su habilidad para conectar con sus modelos. Cuando las retrataba no sólo capturaba su imagen sino también su espiritualidad, “conectaba de tal modo con ellas que era como si las poseyera, como si las hiciera mías, eran mías”. Con Marilyn pasó lo mismo pero de una forma radical. Estando reunidos en la habitación del hotel donde se había citado el equipo del fotógrafo y la actriz, intercambió algunas palabras con ella para saber qué le apetecía hacer, e instantes después pasaron ellos dos solos a otra habitación, puso sobre la cama gasas de colores transparentes y diversos abalorios, y ella dijo que quería mostrar su cuerpo. Se quitó la ropa, tomó algunos sorbos de su copa (estaba un poco achispada) y empezaron una sesión que se prolongó durante horas. En un momento dado él quiso besarla, pero ella se negó. Stern dijo que era una mujer con la que desde luego apetecía hacer el amor, y cree que si le hubiera pedido cualquier otra cosa, como irse lejos, de viaje, los dos juntos, ella le habría dicho que sí.

Marilyn resultó ser incansable, y parecía encantada. Stern, con la habilidad que le caracteriza, supo captar la belleza de la actriz, su luz, sus estados de ánimo. Su imagen era habitualmente picante, muy sexy, y sin embargo aquellos desnudos eran tan naturales y artísticos que se alejó del estereotipo que la gente había fabricado sobre ella. Pero cuando Marilyn las vió no se gustó, e incluso se sintió avergonzada de algunas imágenes. Marilyn tenía muchos altibajos emocionales, tan pronto estaba eufórica como se deprimía. Tachó muchas de ellas con un rotulador naranja, para que no pudieran ser utilizadas, pero aún hoy incluso ese garabato resulta también artístico.

Poco tiempo después la revista donde se publicaron las fotos de Stern quiso hacerle otras con ropa, y cuando el fotógrafo le preguntó si le estaba gustando la sesión ella dijo: “Me gustó más posar desnuda, fue más excitante, esto es muy aburrido”. Pocos meses después ella murió, y Stern aún se preguntaba qué era lo que le pasaba, cuál era su dolor.

Él también pasó por algunas crisis en su vida. Tuvo una relación tormentosa que casi acaba en tragedia, pues ella sospechaba que Stern la engañaba y le amenazó con un enorme cuchillo. El fotógrafo se asustó y decidió cortar radicalmente. Luego conoció a Allegra Kent, una famosa bailarina de ballet con la que se casó y tuvo tres hijos. Stern dijo que estaba obsesionado con ella, que ella y Marilyn habían sido las mujeres que más le habían impactado en su vida.

Son fascinantes las fotos que le hizo a Allegra, en las que intentó capturar ese halo mágico que siempre parecía acompañarla. Inmortalizó todas sus posturas de danza, en todos los momentos imaginables, e instantáneas de momentos íntimos, cotidianos.

El fotógrafo se sentía celoso de las parejas de baile de Allegra, e inseguro con casi todo en general. Tomaba pastillas para soportar las maratonianas sesiones de fotos que tenía que hacer, pues estaba en la cumbre de su carrera y sus servicios eran muy solicitados. Todo ello le condujo a una situación terrible, cuando empezó a tener alucinaciones y a comportarse con suma agresividad. Le diagnosticaron episodios de esquizofrenia. Stern siempre había tenido periodos depresivos a lo largo de su vida. Su mujer, horrorizada, lo abandonó llevándose a los niños.

Stern decidió aceptar la invitación de un amigo suyo que vivía en España y allí pasó una larga temporada para recuperarse. A su vuelta a EEUU siguió trabajando con todo tipo de personajes conocidos. De Liz Taylor dijo que era una mujer con mucho carácter. Cuando le encargaron hacer las fotos para la promoción de Cleopatra anticipó que del encuentro entre ella y Richard Burton saltarían chispas, como así sucedió.


Cuando le encargaron las de la publicidad de Lolita, se llevó a Sue Lyon, la protagonista, a dar una vuelta con su coche, recreando la historia de la película. Las originales gafas que llevaba la actriz las compró Stern en uno de los bares de carretera por los que pasaron. Las encontró muy sugerentes y apropiadas con el transfondo del film.

A Twiggy, por entonces de máxima actualidad, le hizo unas cuantas preguntas antes de la sesión fotográfica que hicieron sentir a la modelo molesta e intimidada, pues no supo responder a muchas de ellas. Sin embargo la idea y el formato que utilizó Stern para la campaña publicitaria fue un éxito rotundo.

Actualmente su pareja es una mujer, tan bella como todas las que han pasado por su vida, mucho más joven que él y a la que fotografió por 1ª vez cuando aún era una niña. Ella se quedó fascinada con él, y cuando cumplió 17 años fue a verle para que volviera a retratarla, y así iniciaron una relación que aún perdura.

Bert Stern rememora todos estos hechos de su vida a sus 82 años, pero viendo la intensidad de su mirada y su enorme inteligencia parece un hombre más joven. Lamenta no poder seguir trabajando, estar ocioso le aburre, pero al mismo tiempo cree que ya ha hecho demasiadas fotos. En un tiempo como el que vivimos donde la imagen se ha convertido en algo tan importante, Bert Stern cree que ya ha hecho suficiente.

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