jueves, 7 de junio de 2012

Un poco de todo (XVI)


- Insidiosa y repugnante la entrevista que el periodista Martin Bashir le hizo a Michael Jackson en 2003.
En todo momento Bashir estuvo tendencioso, chabacano, sin ningún estilo ni interés tanto en los temas que trataba como en su forma de abordarlos. Lo encontré horrendo, y me hizo comprobar cómo la telebasura y ciertos mal llamados profesionales de la información campan por sus respetos no sólo aquí sino en buena parte del mundo, y desde hace mucho tiempo.

El cantante estuvo educadísimo, y fue un monumento a la paciencia y el saber estar. Se le veía muy molesto, dañado en su sensibilidad, siempre a flor de piel, algo que solían utilizar mientras vivió para hacer carnaza y ganar dinero. Dudo mucho que Michael supiera el cariz que iba a tomar la entrevista, y pienso con dolor en las muchas infamias que tuvo que soportar a lo largo de su existencia.

Ahora que él ya no está, cobra renovado interés la denuncia social de ciertas prácticas periodísticas que intentan destrozar la reputación de las personas y a las personas mismas.

- Hace poco decía Buenafuente en su programa que es fácil que tu pareja se ponga celosa cuando te oye hablar por teléfono con una compañía de telefonía móvil, porque el diálogo puede ser muy equivoco: “No, no necesito otra, ya tengo compañía…. ¿Cómo? ¿los fines de semana? ¿tantas veces como quiera?... ¿Y cuánto dicen que me dan por mi aparato?”.

Me encantan los monólogos de Buenafuente. Es un poco tendencioso con algunos temas, pero bueno. Lo que no se le ocurra a este hombre...

- Cada día me decepciona más Juan Manuel de Prada. Antes me parecía un escritor de gran sensibilidad, arriesgado en muchas cosas, que se atrevía a decir lo que otros callaban, inteligente y transparente. Ahora, además de haber perdido la chispa que le caracterizaba, cae con frecuencia en fariseísmos increíbles en él.

Despotrica contra muchas cosas generalizando sin ton ni son, y la vara con la que mide a los demás no le sirve pare medirse a sí mismo. Clama en contra del divorcio, cuando él tiene una hija de una relación anterior a su actual matrimonio. Quizá la mejor manera de evitar divorciarse es no llegar nunca a casarse, aunque haya descendencia de por medio, y en esto contradice sus propias creencias religiosas, que le sirven sin embargo para aleccionar a los demás.

Me cuesta creer que no se de cuenta de que para predicar primero hay que dar ejemplo. Pareciera que vive encerrado en su mundo, alejado de la realidad. Puede que el hecho de que esté escribiendo últimamente en el periódico del Vaticano le haga ser más papista que el Papa. No sé qué imagen quiere dar realmente, a quién engaña.
La verdad es que es un ser extraño. Alguien que tituló Coño una de sus novelas, que presume de gustarle lo gore y lo hortera (vivo ejemplo es el formato del programa que comparte en Intereconomía con su mujer, trasnochado, extrañamente grotesco), es normalmente una persona inteligente y de gran sensibilidad con una prosa que rezuma espiritualidad y humanidad. Pero cuando se pone a fustigar yerra, y refunfuña como un viejo cascarrabias, o se enrabieta como un niño repelente, consentido y maleducado.

A lo mejor sólo se alcanza el culmen en las letras cuando no se vive acomodaticiamente, cuando no hay más que zozobras y la felicidad es una probabilidad cercana pero nunca totalmente conquistada. Prada experimenta actualmente el alivio de pesares antiguos desde que contrajo matrimonio con la mujer de su vida. Pero parece ser que hay que ser un ser sufriente para dar el do de pecho en cualquier expresión artística a la que uno se dedique. Necesita dolor, incertidumbre, y así volvería a ser el que era, con ese estilo li terario desbordante y arrollador con el que solía deleitarnos.  

Nada, a sufrir tocan. Deja de hacer sonar la campanilla de monaguillo y haz repicar las campanas como antaño. Vuelve, Juan Manuel, a ser el que eras.


No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes