jueves, 19 de julio de 2012

Un poco de todo (XX)


- Estaba viendo en la televisión esa escena tan plástica y tan bonita de Hijos de un dios menor, en la que el protagonista, un profesor de sordomudos, se sumerge en una piscina intentando comprender lo que es el silencio para las personas que padecen ese problema, y especialmente para la protagonista, de la que se ha enamorado.

Y sin embargo ni siquiera bajo el agua hay ausencia absoluta de sonidos. Esta mañana, mientras hacía el muerto allá en alta mar, me preguntaba a qué profundidad habría que descender para que no hubiera sonido alguno. Mientras flotaba escuchaba  mi propia respiración, la efervescencia de las burbujas que estallaban en mis oídos intentando penetrar en ellos, el eco lejano de las voces de los bañistas en la orilla de la playa. Y si pasa alguna embarcación lejana o algún otro nadador solitario chapoteando, el sonido se transmite igualmente a través del agua.

La verdad es que es una gozada nadar hasta lo más profundo, allí donde comienza la zona oscura, la línea de algas que convierte el agua en una gigantesca poza negra. Unos peces, del tamaño de mi mano extendida, plateados, se me suelen aproximar en número creciente dando vueltas en torno a mí  observándome de reojo. La luz del sol que atraviesa el agua dibuja reflejos negros, blancos y grises en sus cuerpos. La distorsión del líquido elemento los hace parecer más grandes. Algunos nadan a ras del fondo, a muchos metros por debajo de mis pies. Un día hubo uno que se parecía a los demás pero tenía un tono marrón y una osadía que lo hacía diferente, nadaba más deprisa y más cerca que el resto.

Pero lo mejor fue hace poco en que mi hija fue a mi encuentro mientras yo nadaba tan tranquila. No suele hacerlo porque le da mucho respeto ir a las aguas profundas, sobre todo por las especies animales que allí se pueda encontrar. Cuando se cansó se puso a flotar haciendo el muerto y yo hice lo mismo a su lado, cogidas de la mano las dos, tomando el sol. Un momento inolvidable para mí.

- Y en otro orden de cosas, no tan agradables, seguimos angustiados con las medidas que el gobierno está tomando respecto a nuestros medios de subsistencia y respecto a todo. Aumentan las obligaciones y se reducen los derechos. Todo es más caro con la subida del IVA, pero los sueldos bajan y nos quitan la paga extra a los que vivimos de la Administración. Leí en un correo que me mandaron hace poco que esta paga la institucionalizó Franco en 1944, en un tiempo de crisis para España como fue el que siguió a la guerra civil. Ahora tenemos crisis también, aunque sus dimensiones deben ser mucho mayores o la pericia de nuestros gobernantes mucho menor cuando no podemos hacerle frente si no es disminuyendo nuestro poder adquisitivo y nuestra calidad de vida en general. Y como es de todos sabido, aquellos derechos que  se han perdido después de años de esfuerzo para conseguirlos, difícilmente pueden volver a recuperarse.

El hachazo a las pensiones de viudedad me ha llegado al alma. La madre de mi cuñado, que perdió a su marido hace unos meses, cobra una pensión ridícula porque él se vió en la calle con 61 años cuando cerraron la fábrica en la que trabajaba. Con esa edad ya era muy difícil conseguir otro trabajo. Y así, después de llevar cuatro décadas trabajando, ya que empezó con 13 años, como cotizan sólo los últimos años de empleo, ha visto reducida su pensión a límites tercermundistas. Menos mal que ella cobra también una pequeña prestación del SOVI, aunque no me extrañaría que terminaran quitando ésto también.

Y luego hay cosas como la declaración de la renta, que tampoco entenderé nunca cómo funcionan. Yo, cada vez que me cambio de Ministerio, figura como si tuviera dos pagadores, y por este motivo este año he cobrado mil euros menos en la devolución, siendo mis ingresos los mismos de siempre. Es algo que no tiene sentido alguno.

Como dice mi hermana, que vigilen a la empresa privada, con la de dinero negro que hay ahí, con la de ingresos que obtienen que nunca se declaran. Siempre nos toca pringar a los que cumplimos con la Ley, a los que tenemos las cuentas claras. Es como si se premiara al ladrón y se castigara al que intenta ser transparente. Otro sinsentido. 

Comprendo las razones que aduce el Gobierno para llevar a cabo estas medidas, y alabo el hecho de que ellos se hayan bajado el sueldo y quitado la paga extra también, así como el Rey y toda su familia (hecho sin precedentes), pero no deja de escocernos dejar de disfrutar de aquellas cosas que antes teníamos, por pocas que fueran. Ha llegado la hora de ser fuertes, de arrimar el hombro en lugar de hacerse a un lado y criticar. Cuando veo a países en guerra, o como Siria, que están padeciendo sangrientas revueltas, me siento a pesar de todo afortunada: nada es peor que vivir bajo la amenaza de las bombas y los francotiradores. Por lo que si nosotros tenemos miedo viendo tan incierto nuestro futuro, preguntémosles a los que viven en sitios donde hay una confrontación bélica cómo se sienten ellos, si tienen miedo o no y de qué clase. Dios nos coja confesados, a todos...


domingo, 15 de julio de 2012

Los rincones de la memoria


No sé si le pasará al resto de la gente, pero yo hay días en los que me abstraigo con más facilidad de la habitual y mi mente viaja entonces sin solución de continuidad a ciertos lugares de mi infancia y juventud que fueron importantes para mí, muchos de los cuales ya no existen. Sucede como en los sueños, que me sitúo en un ángulo determinado, siempre el mismo, sintiendo lo mismo que sentía cuando lo contemplaba de verdad, como si aún tuviera el cuerpo y los ojos de una niña, pero con la mirada de ahora y las experiencias de toda una vida que entonces no tenía.

Hoy por ejemplo, cuando quiero darme cuenta, me veo sin verme mirando una de las entradas, la más grande, que daba al patio, del salón de actos del primer colegio en el que estuve. Los asientos están delante de mí, de medio lado orientados hacia el escenario, oscurecidos por la luz cegadora que sale de las puertas abiertas de par en par. Es un día luminoso. Siempre fue aquel salón un lugar especial para mí, aunque en el tiempo que estuve por allí (sólo tenía 5 años) aún no lo sabía. Ahora pienso que era porque venía la familia a vernos en Navidad cuando cantábamos en coros por cursos. Para mí era muy especial que estuvieran allí mi abuela Pilar y mis tíos, los hermanos de mi madre. Eso hacía que el colegio, un lugar incierto que me alejaba de mis seres queridos y me obligaba a enfrentarme al mundo y a mi timidez por vez 1ª, pareciera un sitio más humano. Hoy en día, y tras mucho tiempo cerrado, el colegio cambió de nombre y de propietarios, y el salón de actos se convirtió en un gimnasio, con lo que perdió todo su encanto.

Otras veces mi mente se sitúa en el dormitorio de mi abuela paterna, desde cuya puerta contemplo su cama, su cómoda, sus armarios y mesillas, y la ventana que daba a un plácido y gigantesco patio vecinal. Me encantaba a mí aquella habitación, la forma como estaba dispuesta, aunque no estuviera decorada de una forma especial. La casa de la abuela Luisa siempre tuvo algo muy acogedor del que se percataba todo el que entraba en ella. A veces me veo en su cama, a oscuras, y a alguien que se asoma para ver si duermo. En las reuniones familiares, cuando llenaban la casa tíos y primos, yo necesitaba dormir un poco la siesta, y debía ser muy pequeña porque no recuerdo haber necesitado semejante cosa hasta que he sido mayor.

También mi memoria me sitúa en el salón de la casa de mi abuela materna, los días en que nos invitaba a comer junto con mis tíos por el día Pilar. Era una estancia grande y rectangular de techo muy alto, con unos muebles preciosos, y la luz del sol entraba a raudales por los balcones. Veo su deliciosa sopa de marisco y su maravillosa carne asada con puré de patatas sobre una mesa alargada. La comida caliente echa humo en los platos. La conversación, plácida, llenaba la atmósfera de una calidez especial, y me hacía sentir segura, a salvo de todo. La abuela Pilar dejó pronto de hacer aquellas comidas, que suponían mucho trabajo para ella, y nos invitaba a un restaurante cercano donde no se comía mal, pero ni por asomo se asemejaban las viandas que allí degustábamos a lo que ella nos preparaba con amor. Me veo en su cocina, mientras ella se lava las manos bajo el filtro verdoso del grifo después de haber fregado los cacharros, y exprime zumo de limón sobre ellas para que su piel quede suave.

Cuando voy al instituto por alguna cosa de mis hijos y camino por los pasillos, entre las aulas abiertas, me veo a mí misma hace 30 años, deambulando por esos mismos lugares siendo una adolescente. La época no tiene nada que ver con la de ahora, ni las circunstancias son las mismas, pero se despierta en mí una nostalgia de un tiempo en que fui joven y todo estaba aún por descubrir. En pocas ocasiones lo pasé bien allí, pero eso no es óbice para que vuelva a mi memoria, como si no hubiera pasado el tiempo, la chiquilla que fui paseando por aquellas estancias, anhelante, apasionada, desprotegida y desamparada en mis necesidades y zozobras.

Aquí en Benidorm mi mente viaja hacia los apartamentos que ocupábamos antes que los que estamos ahora, que están aquí al lado y eran mucho más pequeños y con menos prestaciones, pero pasé en ellos muchos momentos de mi vida importantes, épocas entrañables que en poco o en nada se parecen a las actuales. Me veo sentada en su pequeña y blanca terraza respirando el aire húmedo que venía del mar, contemplando las luces nocturnas del rompeolas, o las de las barcazas de pescadores en el horizonte faenando en las negras noches sin luna. Estoy también en el dormitorio a la hora de la siesta, que yo aprovechaba para leer, descansando la vista en los dibujos que hacían las sombras que las ramas de los árboles del jardín hacían en la pared, a ratos mecidas por el viento.

Sí recuerdo con total nitidez la boda de mi hermana y mi cuñado, hace hoy 6 años, en el hotel Delfín, no lejos de aquí. Es un recuerdo mucho más reciente. Vienen a mi memoria con tristeza dos personas que allí estaban y ahora ya no están entre nosotros, pero también la alegría del momento, la exquisitez de ropajes y comida, lo entrañable y especial de la ocasión. 

Ahora, acariciada por la brisa del mar en la terraza acristalada en la que me hallo, dejando llenar la mirada de azul, un poco distraída por una cometa que un niño está haciendo volar muy alto, el sol que viene y se va a intervalos, pienso en todos esos lugares que evoco con frecuencia sin que yo los convoque, y creo que si mi mente sigue viajando a ellos, y a unos cuantos más que aquí no detallo, a pesar de los muchos años que han pasado desde entonces, es por lo significativos que para mí fueron. Son momentos de breve felicidad en los que rememoro lugares, situaciones y personas que ya no están, pero que lo fueron todo para mí, y eso es motivo de dicha. Como leí una vez, el alma viaja siempre a los lugares donde un día fuimos felices.


jueves, 12 de julio de 2012

Las manos blancas


No sé por qué razón las noticias que se escuchan en televisión estando de vacaciones parece que causan más impacto que las oídas el resto del año. A lo mejor es que se les presta mayor atención porque se está más ocioso, o quizá el estar fuera de tu ambiente habitual nos hace más vulnerables, como si estuviéramos más desprotegidos y todo cobrara mayor importancia. Aquí no abunda el sensacionalismo en los medios de comunicación, como ocurre en otros países: cuando una noticia cobra especial trascendencia es porque algo realmente importante ha sucedido.

Y así recuerdo cuando los atentados del metro de Londres, que siguieron meses después al atentado de Atocha en Madrid. Me sorprendió la creciente y universal crueldad del integrismo y la respuesta tan dispar del país al que le hubiera tocado ser su víctima: nuestras reacciones en la alegría son más similares, pero cuando se trata del dolor son muy distintas, todo depende de en qué parte del mundo hayas nacido.

Recuerdo también los asesinatos del desequilibrado de Noruega el año pasado por estas fechas. Es como si  fueran los acontecimientos más oscuros los que se quedaran grabados de forma indeleble en la memoria.

Ahora toca a lo sucedido a Miguel Ángel Blanco hace 15 años. Estaba yo por entonces al final del embarazo de Ana, y fuera porque en esa situación se está mucho más sensible o fuera porque era imposible eludir la cuestión con el seguimiento mediático que hubo, el minuto a minuto de una muerte anunciada, de una penosa agonía, la 1ª vez y la última que un acontecimiento de estas características era cubierto como si de una retransmisión deportiva se tratara, en mi corazón ha quedado desde entonces el poso de algo tristísimo, sórdido, cruel, absurdo, como una cicatriz en el alma, que es lo que deja una atrocidad de la que se ha sido testigo impotente.

Vuelven las imágenes de la víctima, un hombre joven que nos mira con cierta melancolía desde un retrato que se hizo sin saber que se convertiría en símbolo de su propia, injusta muerte, la de alguien que no había hecho nunca daño a nadie. Suelen ser los desprotegidos, los inocentes, las víctimas propiciatorias de los asesinos. Vuelven las manos blancas, los gritos de indignación que me erizan el vello de la piel al volverlos a escuchar tanto tiempo después, el foro de Ermua. Y siento por un lado un cierto rechazo a todo lo que sea vasco porque parece oler a sangre y a muerte, como si sólo pudiéramos esperar truculencias de esa zona de esta España nuestra, algo que nos hace avergonzarnos frente al resto del mundo y por nosotros mismos, que albergamos en nuestra tierra seres de semejante calaña sin recibir el castigo que merecen. Pero por otro lado siento una inmensa pena por ese pueblo mancillado y escarnecido por unos pocos malhechores que hacen mucho ruido y pretenden erigirse en portavoces de una mayoría que sólo existe en sus depravadas mentes. Nadie que esté en su sano juicio y que tenga limpio el corazón puede secundar nunca nada así.

De nuevo la imagen de la hermana del asesinado, siempre tan rubia y con unos cuantos años más, que vive nada más que para recordar a su hermano y que nadie olvide lo que pasó, pronunciando pequeños discursos, engrandecida pese a su sencillez y lo menudo de su figura, y depositando flores ante su foto. Ella no se deja arrastrar por el odio, la ira, el rencor o la sed de venganza, sólo señala con valor a los culpables y los llama por su nombre, aún a riesgo de su propia vida. Porque aunque se hable del fin del terrorismo en nuestro país, una amenaza tan prolongada en el tiempo como fue esa y tan oscura es difícil de dejar atrás, parece como si se cerniera sobre nosotros ya para siempre.

Recuerdo el paso a paso de aquel luctuoso suceso. Estaba en el pueblo de mi ex marido con su familia, y todos confiaban convencidos y esperanzados en que se produjera un desenlace muy distinto al que luego tuvo lugar. Yo, que esperaba a mi hija en 3 semanas (qué cierto es aquello de que una mujer que está en cinta debe rodearse sólo de cosas bonitas), asqueada por todo aquello, tenía la certeza de que el pobre muchacho iba a acabar muy mal. No hay más que ponerse en la piel de un asesino, de un radical psicópata, para saber que no hay piedad, que no hay remordimiento, que sólo existe una escala de valores que nada tiene que ver con la del resto de la gente. La familia de mi ex marido pensaba como lo haría cualquier persona normal, pero las cosas no funcionan así tratándose de cierta clase de seres.

En verano todo sucede de una manera que nos trasciende, o eso me parece a mí. Ya tengo cierta aprensión cuando llega la época estival porque no se sabe con qué nos va a sorprender. Debería ser una estación alegre, luminosa, estamos de vacaciones, pero entonces se alzan ante nosotros, y nosotros alzamos también, unas manos blancas.


lunes, 9 de julio de 2012

Lubomir


Lubomir ha sido mi más grato descubrimiento en Facebook, como dije en mi post anterior. En varias ocasiones había puesto un "Me gusta" en alguna de las imágenes que pongo en el Muro de Julia, la amiga rusa que conocí a través de una prima y de mi padre, al que ponía bellas imágenes en su Muro. Un día decidí echar un vistazo en el mundo de Lubomir, y me cautivaron enseguida sus fotos, tan bonitas, algunas muy originales, y las que se hacía en su trabajo, un centro para disminuídos psíquicos en el que es monitor.

No miré más, me pareció un encanto de persona, y le hice una petición de amistad. No tardó mucho en aceptarme. En su Muro hice las presentaciones de rigor, le saludé, le dije la amiga que teníamos en común y que me encantaban sus fotos y su trabajo, todo ello en mi parco inglés, heredado de mis tiempos del instituto, de cuyas rentas aún vivo.

Lubomir suele conectarse por la mañana temprano, aunque no siempre. A 1ª hora, al llegar al trabajo, nos intercambiábamos, al principio de conocernos, unas cuantas frases. Él es muy rápido escribiendo, tiene mucha imaginación y muchos reflejos, su mente es dinámica, sabe inglés, francés e italiano, y sospecho que un poco de todos los demás idiomas del mundo. En el centro y norte de Europa están acostumbrados a aprender lenguas extranjeras desde la infancia, es algo normal para ellos. Yo, vacilante porque nunca había mantenido una conversación real con nadie que supiera inglés, no me sentía capaz de seguirle el ritmo. En una ocasión me dijo que prefería el francés, y yo le comenté que me encantaría aprender italiano. Fue decirlo y al momento soltó una frase muy larga en la que entendí más o menos que brindaba por nuestra amistad. Como tardaba en traducirlo, temerosa de hacerlo mal, enseguida escribió ????, como preguntándose si a lo mejor no estaría de acuerdo con él. Pensé que le terminaría aburriendo. Le di las gracias en italiano, pero me sentí aliviada en cuanto volvió al inglés.

Ahora ya no, pero al principio hablar con él era como montarse en una montaña rusa, una descarga de adrenalina. Yo que soy tan tranquila, y él que es tan nervioso, me hacía gracia y me abrumaba a un mismo tiempo cuando, entre frase y frase, se ponía a teclear de forma vertiginosa un "Me gusta" en todas las fotos de mi Muro, incluídas las pocas que tengo en mi Perfil, que nadie ha comentado nunca antes. Podía pulsar esa tecla 15 ó 20 veces en espacio de un minuto. Me pareció que era como un torbellino, una fuerza de la Naturaleza. Me pareció también como si alguien, al que apenas conozco aún, se inmiscuyera en todos los recovecos de mi mundo, como una abeja que revoloteara inocente y curiosa entre las flores, y sin embargo no me sentí molesta o incómoda, porque lo hacía con toda naturalidad.

Yo tenía temor a que el idioma pudiera ser una barrera para que nos pudiéramos comunicar y entender. La mayoría de la gente utiliza el traductor de Google, como mi reciente amiga francesa Christine, que no sabe inglés, como yo no sé francés, pero me resisto: prefiero sacar a relucir mis pocos recursos, que a lo mejor son más de lo que yo misma imagino, pues a fuerza de querer encontrar las palabras adecuadas surgen del desván más recóndito de mi memoria expresiones y giros que creía olvidados. Todo requiere un esfuerzo, y de paso aprendo vocabulario, pues si hay algo que desconozco o me llama la atención entonces sí busco su significado.

Poco a poco hemos cogido confianza, aunque con Lubomir eso es algo nada difícil, porque es una persona encantadora, con un particular sentido del humor entre pillín y dulce, inteligente e hipersensible, muy afectuoso y espontáneo, con una personalidad arrolladora. En casi todas sus fotos aparece sonriendo, es un hombre al que debe ser raro ver de malhumor o triste, lo cual me parece maravilloso.

Y es un verdadero patriota: siempre que tiene oportunidad saca a relucir su país, Eslovaquia, poniendo videos en su Muro sobre los paisajes, música y costumbres de su tierra, o ahora con el Tour de Francia, en el que debe ser que están teniendo una brillante participación. Y lo descubrí porque al principio le ponía bellas imágenes de montañas, y él empezó a hablarme de las de su país, y a ponerme fotos de ellas y unos cuantos videos en mi Muro, para que lo conozca, y mi interés es un acicate para él. Yo prácticamente nada conocía de allí, y así he descubierto un pequeño paraíso lleno de montañas y vegetación. Hasta recetas de platos típicos ha colocado en su Muro, pero como están escritas en su idioma natal no las entiendo. Las fotos que las acompañan son realmente muy apetitosas.

Lubomir es un espíritu inquieto, todo le interesa, apasionado de la vida como es. Entre sus imágenes encuentras de todo, y cuando le da por un tema es muy persistente, pone todo lo que encuentre sobre ello: dulces, tartas, cócteles multicolores, indios americanos con sus plumajes en todas las actitudes posibles, bellas señoritas de concursos de belleza o de revistas de moda, piedras preciosas, viñetas cómicas con un humor inteligente y ácido, animales (le encantan), flores, paisajes...

En su perfil tiene mil ciento y pico fotos, en las que aparece su casa, su familia y su trabajo. Hasta hace poco no las había mirado, porque siempre tengo un poco de pudor respecto a estas cosas, es como fisgar en la intimidad de otras personas, pero bueno, cuando ha puesto tantas es porque Lubomir es una persona enormemente abierta y extrovertida a la que no le importa mostrar todos los ámbitos de su vida. Y fue cuando descubrí que el chico con el que en más fotos aparece, un disminuído psíquico y físico del centro donde trabaja, es su hijo mayor. Al principio creí que era un chico al que había cogido más afecto que  a los otros, y por eso salía en tantas fotos con él. Tiene unos 21 años. Supuse que había hecho del cuidado de estos seres desvalidos su medio de vida para estar cerca de él. Me llegó al alma, y entonces admiré su coraje, sus ganas de vivir, el procurar no estar nunca triste o malhumorado aunque motivos no le faltasen. Se ve que tiene una parálisis, y cuando no está en una silla de ruedas de esas que tienen un respaldo que se reclina y se puede apoyar la cabeza, yace tendido en una cama, pero sonríe, contento de estar junto a un hombre, su padre, que hace lo imposible para que se sienta bien y para divertirle y hacerle más llevadera la existencia.

En otras fotos aparece con su mujer, que tiene un gesto muy maternal, una buena persona como él seguramente, y sus otros dos hijos, uno de 17 años y otro de 14, que se le parece mucho, pues tiene su mismo aire pícaro. También se ve el exterior de su casa, una zona verde muy amplia en la que cultiva tomates, girasoles, flores, hace barbacoas, tiene un pequeño invernadero, y hasta ha montado una pequeña piscina azul circular cubierta en la que se le ve flotando en actitudes guasonas con su hijo mayor, metido en un gran flotador, que no deja de reir a su lado. Supongo que para que haga ejercicio y no vea aún más reducida su movilidad. En una de las fotos aparecían todos juntos, y no dudé en comentarle, junto con un montón de personas más, que tenía una hermosa familia. "Es mi hobby", me comentaba cuando he ponderado su enorme jardín, un paraíso que parece estar lleno de sorpresas. En invierno se cubre de nieve, y se le ve a él con una gran pala para despejar el terreno, saludando con una mano.

Ahora en verano aparece con bermudas de cuadros, que tanto se llevan para los hombres aunque a mí no me gustan, que le dan una apariencia aún más divertida, y con un sombrero como los que llevarían los agentes forestales del Parque Yellowstone. Cambia constantemente la foto de su perfil, aunque le gusta aparecer medio escondido tras uno de sus enormes girasoles, sus flores o sus tomateras. Es como si estuviera siempre jugando, como si fuera un niño grande.

En una ocasión me dijo que le gustaba mucho la Historia Antigua, Grecia y Roma, y no tardó mucho en poner en su Muro extractos sobre el tema, y sobre castillos franceses y el origen de diversas ciudades europeas. Lo sigue haciendo desde entonces.

Lubomir (Lubo para algunos de sus amigos de Facebook), es sin duda una persona extraordinaria, divertido y muy humano. Reviste todo lo especial que es y hay en su vida de cotidianeidad, cuando realmente el suyo es un universo lleno de vida y emociones. Por ello me siento feliz de ser una de sus casi dos mil amistades de Facebook (nunca vi a nadie que tuviera tantas), y van en aumento. 


viernes, 6 de julio de 2012

Vacaciones


Pasan las vacaciones plácidamente al borde del mar, ese mar que este año nos regala unas aguas cristalinas como hacía años no veía. Me pregunto, mientras me dejo mecer por las pequeñas olas, cómo puedo pasar sin él el resto del año. Siento la vida palpitar en torno a mí, los peces grandes como mi mano que cada vez se atreven a nadar más cerca, las gaviotas en lo alto del cielo flotando en el aire. Los dolores de la artrosis casi han desaparecido al cabo de unos pocos días de natación, y hasta la tierra del fondo marino es un masaje placentero para mis pies doloridos. Todos los elementos de la Naturaleza parece que se me ofrecieran en una verbena de colores, de sonidos, de texturas...

Por aquí está haciendo el mismo fresco que hizo el año pasado, una brisa que cesa sólo en ocasiones nos impide tener calor, y por las noches nos tenemos que arropar con una colcha. Increíble para este clima. El sol nos broncea sin quemarnos.

A la hora de comer, noticias de todas clases en televisión: los presos catalanes que se quedan sin merienda, los buques de guerra españoles que se alquilan a los australianos para sus ensayos, los índices del paro que disminuyen como cada verano en una efímera ilusión de prosperidad, los incendios de Valencia, los mineros en Asturias, el triunfo en la Eurocopa... Si antes la prima de riesgo me importaba una higa, estando de vacaciones me importa menos aún.

Lo que sí se ven es muchos turistas venidos de todas partes del mundo: rusos, alemanes, árabes... Quizá con eso de que estamos en crisis, España ha vuelto a ser un destino asequible para los extranjeros, como pasaba antes del euro.

En cuanto a mis hijos, Ana casi no estudia porque sabe que poca solución tienen los resultados académicos de este año, y pasó los dos primeros días de su llegada aquí en estado catatónico, medio adormecida, sin apenas salir de la cama, porque se veía obligada a separarse de su chico y sus amigos. De momento ha sorprendido a la family luciendo en la playa el piercing de su ombligo y sus uñas color turquesa. Pongo aquí una de las fotos que se ha hecho en una de sus sesiones fotográficas.

Miguel Ángel se toma con mucha calma lo de estudiar. El otro día le estuve preguntando un tema de inglés y lo hizo muy bien, siempre ha tenido facilidad para los idiomas. Aún recuerdo que fue él nuestro interlocutor cuando fuimos a Londres, pero una cosa es entender la conversación y otra aprobar la asignatura en el instituto. Lo mejor de todo es que se le nota un cambio abismal en cuanto a su estado de ánimo, mucho más alegre y vital de lo que era habitual en él hasta ahora. Por la noche descansa tranquilo, y se ve que disfruta del momento.

En estas vacaciones ha retomado sus dibujos de bolita, como los llamo yo, que hacía tiempo que no practicaba, y en los que solía aparecer con su hermana, ella muy grande y tratándole muy mal a él, él pequeñito a su lado y muy tierno, huyendo de ella. En los pocos que ha hecho, él ya no aparece, sólo ella, más grande que nunca, desplegando alguno de sus malignos poderes. A petición mía se ha dibujado en uno, pero en esta ocasión aparecen juntos luchando contra el enemigo, y no siendo atacado por ella. Me encanta cómo utiliza los recursos del ordenador para dibujar. Su imaginación es desbordante. En realidad ella nunca ha sido así con él, pero Miguel Ángel tiene un particular sentido del humor, agridulce y tierno.

Mis padres pasan por una fase armoniosa que hacía muchos años que no les veía, y mi hermana y mi cuñado siguen tan estupendos como siempre. Mi tía se coloca cada día con su silla y su mochila azul cielo junto a nosotros para charlar con mi madre de todo lo habido y por haber, envueltos en la brisa marina, y  las amistades de la playa no tienen grandes novedades que contar. Por eso sé que, a pesar de las noticias alarmantes que parecen amenazarnos, el sol sigue saliendo y poniéndose por los mismos sitios de siempre, y en realidad nada cambia salvo nosotros.

Este año disfruto de la afición adquirida el año pasado a la vuelta de las vacaciones, Facebook. He hecho amigos virtuales procedentes de distintas partes del mundo, y con los que me entiendo en un inglés inventado que decía José Mota. Quiero dedicar más adelante un post a uno de ellos, Lubomir, que ha sido mi más grato descubrimiento.

Y mientras, sigo echando un vistazo a eDarling, en busca del amor, de mi rollo romántico de madurez, un poco penosamente la verdad sea dicha, porque la oferta recibida rara vez coincide con mi demanda, pero bueno, nunca se sabe lo que puede llegar, esto es como la lotería, si no juegas entonces sí que no te va a tocar nunca. 

Me cuesta dejarme subyugar por el ambiente de las vacaciones en la playa este año, por un lado porque los dolores de la artrosis no me dejaban vivir hasta que se me han ido quitando poco a poco con la natación, y quizá también porque me falta mi tío Fonchi, al que solía ver en estas fechas. Y sin embargo contemplo el horizonte en la lejanía, la delgada línea que separa el azul del cielo del azul del mar, y siento que todo es posible, pero que soy yo la que no es capaz de llegar volando hasta allí, como hacen esas gaviotas que pasan siempre tan cerca. Hay muchos lastres de los que querría desprenderme. La vida es, como se suele decir, según del color del cristal con que la mires, y para mí siempre es azul... 



 
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