lunes, 14 de diciembre de 2015

Un poco de todo

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      -- Hay veces en que uno se pone a hacer limpieza en casa y se tiran cosas que, por razones sentimentales, se han ido librando de tantos otros intentos anteriores por conseguir un poco más de espacio y deshacerse de lo que ya nos parece inútil. Y así hace unos días tiré mi traje de novia, algo que tenía que haber hecho hace mucho, después de haber intentado venderlo infructuosamente en internet, y no sin antes hacerle una escabechina, pues recorté algunas partes del vestido que quería conservar como recuerdo por lo mucho que me gustaban.

Y junto con el traje de novia tiré el árbol de Navidad, que también tenía valor sentimental porque lo compré recién casada, tiempo aquel en el que se hacía todo con tanta ilusión. Pero la verdad es que era muy grande y daba mucho trabajo montarlo. Mi hermana, que es muy guasona, dijo que podía haber puesto por encima del árbol el vestido de novia, a modo de espantapájaros. Más de uno se habría asustado viendo semejante cosa en los cubos de basura. Lo que sí he hecho es comprar en Leroy Merlin por internet uno pequeño y resultón, a muy buen precio, que queda igual de bien.

Lo otro que tiré también son todos los diarios que escribí en mi infancia y juventud y que guardaba más por pena que por otra cosa, porque en realidad en mi vida por aquel entonces no había muchos horizontes y poco interesante podía contar, una niña como fui que se pasaba el tiempo estudiando y cuyos únicos alicientes eran ver películas en televisión, sobre las que hacía todo tipo de comentarios, o hacer observaciones sobre cosas que pasaban en el colegio o algo de la vida familiar.

Empecé a escribirlos porque una amiga me regaló uno, creo que el último año de EGB, por mi cumpleaños. Era el típico diario pequeño con llave y páginas de filo dorado, que a mí me hizo mucha ilusión. Como a mí siempre me había gustado escribir me lancé con entusiasmo a la narración de mis peripecias cotidianas, un auténtico pestiño visto con la distancia, aunque para mí fue siempre un desahogo. El 1º empecé a escribirlo en 1980 y el último en 1986, Fueron 7 diarios de todos los tamaños y colores, 4 de ellos como el 1º, que acaban de pasar sin dilación al contenedor de basura. Ahora pienso que se ha perdido en aras de la trituradora del camión de la basura una parte de mi memoria, de mi historia aburrida pasada, y a pesar de lo poco emocionante que fue me parece haber destruido una parte de mí. Tonterías mías en realidad, como tantas otras.

-       -   Recomiendo encarecidamente el último libro de Isabel Allende, El amante japonés, que me está cautivando como hacía tiempo no lo hacía un relato de esta escritora. No es el realismo mágico que la hizo famosa al principio de su carrera, y del que creo que ella misma acabó cansada, ni tampoco los argumentos tediosos con los que nos castigaba en sus últimas publicaciones, en un intento supongo por darle un giro distinto a su narrativa. El estilo del libro que nos ocupa es ágil, sin perder su maestría de siempre y sus toques de humor, y en todo momento interesante. Su forma de escribir prende la atención desde el primer momento, y es como si se reinventara a sí misma, pues no se parece a nada de lo que haya publicado anteriormente. Un libro hermoso, apasionante, con el que se aprenden cosas y con el que se experimentan emociones como hacía tiempo no tenía ocasión de sentir. Aún no lo he terminado, y ya estoy intrigada por saber cómo acabará.

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