lunes, 31 de agosto de 2015

La familia según Laura Rojas-Marcos (I)


Hacía tiempo que no encontraba un libro tan interesante sobre temas psicológicos relacionados con algo tan fundamental como es la familia, de la mano de la psicóloga Laura Rojas-Marcos, hija de Luis Rojas-Marcos, psiquiatra e investigador tan conocido por todos. He extraído algunos pasajes que me han interesado especialmente, y que espero que os sirvan también para vuestra vida cotidiana y para enfocar determinados problemas que a veces pueden surgir.

- Frente a familiares difíciles e incluso tóxicos podemos llevar a acabo estrategias asertivas y saludables y evitar convertirnos en víctimas de manipulaciones emocionales perversas.

Para llevar una vida emocionalmente sana y estable necesitamos relacionarnos con personas, sean familiares o no, que no tengan como objetivo controlarnos y manipularnos, o convertirnos en seres sumisos y esclavos de sus necesidades y caprichos, sino todo lo contrario (...) necesitamos saber identificar a las personas que nos llenan de energía y nos enriquecen, aquellas que nos aportan seguridad y bienestar, ya que ellas jugarán un papel esencial en mantener el equilibrio mental y emocional y poder vivir en armonía con uno mismo y los demás.

- En ocasiones la vida en familia se convierte en un camino sin salida, estresante y doloroso en el que no podemos evitar tener que enfrentarnos a situaciones cargadas de tensiones y conflictos ni tratar con familiares tóxicos.

- Con el tiempo fue comprendiendo muchas cosas sobre sí mismo y el efecto que tuvieron las diferentes situaciones familiares en su comportamiento y estado de ánimo. Lo cierto es que no es de extrañar que los niños que hayan sufrido mensajes tan inhibidores y emocionalmente castrantes tengan, una vez adultos, un concepto de sí mismos negativo cuando sienten tristeza o lloran.

- A veces necesitamos aceptar que podemos tener sentimientos diferentes o contradictorios hacia otra persona. Es posible sentir simpatía con una cierta dosis de rechazo. Puede que nos guste un aspecto de la personalidad de alguien mientras que otro aspecto nos produzca aversión. Y estos sentimientos no tienen por qué ser incompatibles necesariamente. La clave es aceptar que las personas, sean nuestros familiares o no, tienen varias dimensiones.

- Las personas que han aprendido a diferenciarse de los padres y del sistema familiar establecen un equilibrio saludable y emocionalmente estable entre formar parte de un sistema, con el que comparte sentimientos, pensamientos y tiempo y su sentido como un individuo independiente del resto (...) Se adaptan al entorno sin perder su identidad. Saben protegerse de manipulaciones ajenas. No son sumisos ni tienen necesidad de complacer constantemente, ni se anulan a sí mismos cuando están con el grupo; saben mantener el equilibrio entre las fuerzas aplicadas por los demás miembros del grupo y la individual.

A las personas que saben diferenciarse como individuos no les estresa ni les produce inseguridad formar parte de una familia o un grupo, saben mantener su autonomía e independencia como individuo y pueden toleras los posibles sentimientos encontrados o contradictorios producidos por las presiones de otros miembros del sistema grupal. Pueden interactuar, negociar e intercambiar opiniones sin necesidad de desdoblarse a sí mismos y sin sentir miedo a ser rechazado. Son conscientes de que las expectativas de los demás no puede ser siempre cubiertas y no se sienten responsables o culpables por ello. Sin embargo, las personas que tienen dificultad para diferenciarse de su familia se sienten muy incómodas, inseguras y confusas con cualquier sentimiento que les diferencia del resto. A menudo se sienten culpables o incluso desleales cuando surgen sus necesidades personales como individuos y éstas son diferentes a las del resto.

- Unos padres sobreprotectores, inseguros o que castigan al hijo por querer diferenciarse del resto del grupo fomentarán en el niño sentimientos de sumisión, dependencia y un profundo sentimiento de culpa.

Las personas que tienen dificultad para diferenciarse de las demás también la tienen para sentirse cómodos consigo mismos, con su independencia, y tienden a ser reactivos emocionalmente cuando se encuentran en situaciones estresantes asociadas a las relaciones personales. Sus decisiones están excesivamente determinadas por las expectativas de los demás y por sus propios miedos, ansiedades o frustraciones. A menudo se encuentran atrapadas en tormentas y vaivenes emocionales incontrolables (...) En ocasiones, incluso comentan que sienten con demasiada intensidad las emociones de los demás, como si no hubiera una diferencia entre las propias y las de otros. Es frecuente que aquellos que han tenido dificultad para diferenciarse durante su desarrollo sientan que una vez adultos tienen muchos conflictos internos y emocionales cuando les surge el deseo o la necesidad de tener su propio espacio, cuando piensan diferente al resto del grupo o incluso cuando ponen límites razonables a otros. Temen ser rechazados, no queridos o abandonados si no cumplen las expectativas de los demás, experimentan una profunda inseguridad y viven a menudo en un mar de culpa y de miedo a quedarse solos en la vida. (…)

Cuando no hay sitio para la individualidad es difícil ser independiente, ya que prácticamente no existe la percepción de uno mismo como individuo separado de los demás y no puede cubrir sus propias necesidades emocionales por sí mismo, como por ejemplo autocalmarse o controlar los impulsos o pensamientos. Estas personas dependen de otras para poder regular sus propios sentimientos. “No sé tranquilizarme solo”, suelen comentar. De manera que las familias que no fomentan ni favorecen la diferenciación se encuentran en conflictos internos constantes, sus miembros intentan controlar en exceso a los demás y tienen relaciones muy condicionales y tóxicas. Son familias que se caracterizan por ser muy críticas, muy quejicas, dominantes, poco flexibles y generalmente experimentan como grupo y a nivel individual una insatisfacción permanente.
- (…) para poder mantener una relación con su familia o personas desmedidamente demandantes e invasivas se ven obligados a desconectar emocionalmente para no ser absorbidas por las emociones incontrolables de los otros (…) “Desconecto emocionalmente para poder vivir tranquila y en paz.”

- (...) no podemos esperar que nuestros familiares, por muy cercanos que sean, se comporten como deseamos o incluso necesitamos. Cada uno necesitamos valorar qué estamos dispuestos a dar de nosotros y qué estamos dispuestos a aceptar de los demás. Al final, responsabilizar a los demás de nuestras propias frustraciones sólo empeorará las relaciones. Por lo tanto, tomar responsabilidad por uno mismo es quizá la mejor manera de plantearse las expectativas.

- Por consiguiente, el papel que tienen nuestros padres y cuidadores durante el proceso de diferenciación es crucial. La actitud con la que manejen las muestras de búsqueda de autonomía e independencia de los hijos influirá directamente en la capacidad de los mismos para desarrollar una autoestima sana, así como en su desarrollo de habilidades sociales y en su capacidad para tomar decisiones de una forma autónoma, segura y asertiva. Es esencial tener la posibilidad de aprender a conocerse, a comprometerse consigo mismos y con los demás como seres emocionalmente independientes y sanos.

- A menudo me encuentro con personas que viven centradas en las emociones negativas e ignoran las positivas. Es más, muchas personas se sienten culpables o incluso irresponsables cuando se sienten bien. Quizás fueron criticados o atacados en el momento en que estaban contentos o puede que fueran castigados emocionalmente cuando mostraban alegría. Puede haber muchas razones por las que una persona se siente mal por sentirse bien. Esto ocurre si piensa que no merece ser feliz, que lo bueno dura poco, que es un engaño sentir emociones positivas, o incluso que las emociones positivas le hacen vulnerable. Algunos llegan a pensar que para defenderse o protegerse de las posibles agresiones necesitan estar siempre alerta, por lo tanto sentirse bien es una distracción.

- Estas personas necesitan aprender a cuidarse, a permitirse los descansos, a no hacerse responsables de los comportamientos y conflictos de los demás. (…) la capacidad para sentir alegría, serenidad y bienestar depende en gran parte de uno mismo (…)

  Las personas que deciden fomentar sus emociones positivas deciden también acrecentar la salud y el bienestar de los demás. Como resultado fortalecen su autoestima, su confianza en sí mismas, y también mejoran su capacidad para resolver los conflictos y mantener relaciones personales gratificantes. Cuando las personas se centran más en lo positivo que en lo negativo de sus vidas se sienten más libres para decidir, hacer y deshacer, se defienden mejor de los miedos u fobias, son más creativas e imaginativas y afrontan los riesgos con más energía y espíritu aventurero.

- No hay una sola razón por la que una persona se vuelve tóxica. Existen muchas razones, pero generalmente son personas que han vivido experiencias muy nocivas y dañinas. (…) Sin embargo, a pesar de todo cabe señalar que se puede volver a aprender y a reconquistar el bienestar y la serenidad. En ocasiones es cuestión de tiempo y reflexión, darse la oportunidad para hablar, expresar y compartir con amigos y seres queridos el dolor, pero en otras ocasiones, cuando esto no es suficiente, es cuestión de reaprender a crear el bienestar a través del tratamiento psicológico y la ayuda de un profesional. La realidad es que todos tenemos la capacidad para mejorar nuestras circunstancias. Está en nuestra naturaleza buscar, de manera consciente o inconsciente, la forma de sentirnos bien, y luchar por ello.

- Aquellas que han crecido en un entorno excesivamente rígido y donde el castigo (emocional o físico) estaba muy presente desarrollan una forma de ser temerosa y obsesiva ante los retos.

- Para educar en inteligencia emocional es preciso que el educador cuente con un buen nivel de ella y se centre especialmente en enseñar sobre la empatía, el desarrollo de la capacidad para pensar por uno mismo, el autoconocimiento y en instruir en las diferentes habilidades sociales.

- En el caso de los padres es igualmente importante que éstos tengan un buen manejo de sus propias emociones e intenten no hacer sugerencias impulsivamente, pues cuando permitimos que el otro reflexiones posibilitamos que pueda pensar y decidir.

- Así como tener un diálogo interno es importante, no hay que olvidar que también tiene un papel esencial el silencio, saber estar con uno mismo desde la serenidad y aprender a calmarse a sí mismo en situaciones de estrés y conflicto. “¿Qué necesito para relajarme, disminuir el estrés, para desconectar y descansar?” Son algunas de las preguntas que uno puede hacerse para conocerse mejor y poder encontrar soluciones constructivas.

- Al tener la capacidad para saber relacionarse controlan mejor el estrés y la ansiedad, ya que generalmente tienden a compartir sus sentimientos de manera constructiva sin necesariamente envenenar a otros con sus problemas.

- Tipos de habilidades sociales.- Desarrolladas y maduras:

  1. Saber colaborar y participar en un grupo sin intimidad ni imponer.
  2. Saber delegar, dar instrucciones sin ser agresivo, irrespetuosos ni abusivo.
  3. Tener la capacidad de pedir ayuda y ofrecerla.
  4. Tener la capacidad para poner límites y ser asertivo (saber decir “no”)
  5. Saber pedir disculpas, perdón o reconocer un error.
- Tener inteligencia social significa saber influir en los demás sin manipulaciones perversas. Es utilizar el poder de la sensibilidad y la percepción de los demás de una forma constructiva. (…) 

   Pertenecer a un grupo, como una familia, en ocasiones es divertido y estimulante, pero no siempre. Por lo tanto, saber controlar las propias emociones, las palabras y mantener las formas es un ingrediente básico.

- Es recomendable dirigirse a los demás de una forma clara, directa y constructiva, incluso cuando se va a transmitir una mala noticia o hacer una crítica.

- Probablemente nadie es sincero al 100% con todo el mundo, ya que en algunos casos quizás no sea ni útil, ni productivo, ni tenga un fin constructivo decir todo lo que se piensa. (…)

  La buena sinceridad se apoya en los pilares de la nobleza, la sensibilidad y en muchos casos el afecto genuino. (…)

  El “sincericida” dice todo lo que piensa, sin poner ningún tipo de filtro ni sensibilidad (…) Utiliza palabras crudas sin que le importe el daño que puedan producir. (…) es una sinceridad distorsionada. (…) El “sincericida” no pregunta si uno desea escuchar lo que piensa.

                                                                                                                                               (.../..)


lunes, 24 de agosto de 2015

Querida Lina


Me parecía macabro ver en televisión el desfile luctuoso de todos aquellos que quisieron ver a Lina Morgan, expuesta en el que fue su teatro, con motivo de su fallecimiento. Las cámaras de televisión se asomaron a la sala y allí se veía, a lo lejos, el féretro de la artista, una corona de flores a su lado y, al fondo, una gran pantalla sobre la que se proyectaban imágenes cambiantes de ella. La gente pasaba por el escenario para rendirle un último homenaje vestida de cualquier manera, con esas mallas que se llevan tanto marcando lorzas y con camisetas de saldillo. Y digo que me pareció macabro ese desfile porque a alguien como Lina no se la debería despedir con pompas fúnebres sino con fiesta. Estaba en casa y, al mirar por la ventana, me di cuenta de lo cerca que estaba, ya que el teatro de La Latina se está próximo a mi barrio: sólo hay que subir una calle y en un cuarto de hora ya estás allí. No quise ir a despedirla porque si nunca la había visto en vida no iba a verla ahora muerta. En realidad siempre estuvo muy cerca, la tenía al lado de casa como quien dice, había sido casi vecina.

Lágrimas de Joaquín Kremel ante las cámaras (qué envejecido está por cierto), que no sé si eran auténticas o de actor, porque con ellos nunca se sabe, recordando su trabajo junto a Lina en la serie Hostal Royal Manzanares. Aunque aquel no fue un programa especialmente bueno, lo cierto es que marcó récords de audiencia, en una época, mediados de los 90, en que la calidad de la t.v. ya empezaba a dejar mucho que desear. Recuerdo por aquel entonces, cuando se estrenó, que yo estaba embarazada de mi hija y mi hijo era muy pequeño. Casi recién casada, la noche era un momento sumamente agradable gracias ella. Sin ser nada del otro mundo, Lina conseguía que la serie funcionara, que fuera entretenida, que nos hiciera pasar un rato distraído y reirnos de paso un poco. Aquel programa aliviaba mis soledades, que ya pronto habían aflorado, y mi cansancio del día. La calidez de Lina, su saber hacer, el hecho de que fuera una figura que nos ha acompañado toda la vida, incansable, perseverante, siempre fiel a sí misma, hacía que fuera como un miembro más de la familia, alguien que se colaba en nuestra casa y nos hacía sentir a gusto.

"Celeste no es un color"
Pero a mí lo que más me hacía disfrutar eran sus piezas cómicas en el teatro. Mis padres las tenían grabadas en video todas. En ellas explotaba los contrastes, ella bajita, mal vestida, palurda, atolondrada, junto a mujeres altas, bellas, arregladísimas, muy finas, que a su lado, sin embargo, parecían tontas. Los actores que trabajaban con ella muchas veces no podían seguir actuando, contagiados por la risa del público y la propia comicidad de las situaciones, y Lina, muerta de risa también, les miraba de reojo, totalmente cómplice, esperando a a que se rehicieran, como diciendo mira la que he organizado, esto no hay quien lo pare. Y era verdad.

Lina ha trabajado, sobre todo en la gran pantalla, con los mejores intérpretes que ha dado nuestra cinematografía. Figuras todas que han desaparecido con el tiempo, como ahora ella, y que parecen casi olvidadas por las nuevas generaciones, que ven aquellas películas de entonces trasnochadas y sin sentido para los tiempos que corren. Y quizá tengan razón, pero en todas ellas Lina supo traslucir su particular forma de hacer las cosas, de ver la vida, esa mezcla de candidez, de vitalidad, de humor a raudales, incluso de genio si hacía falta. Ella era una guapa que se hacía pasar por fea, pero con intención, le servía a los personajes que interpretaba, porque en realidad era muy coqueta.

Se ha hablado mucho de su infancia tan difícil, cuando recogía cartones por la calle con sus hermanos para poder sobrevivir. Pero la vida le ha dado mucho también, tras grandes esfuerzos porque, como ella decía, tenía muy entrenada la paciencia al haber soportado muchos fracasos antes de que llegaran los éxitos. Lina siempre supo lo que quería y apostó fuerte, confió en sí misma por encima de todo. Y ese teatro que compró, y que luego terminó vendiendo años después, fue la culminación de sus aspiraciones. Pequeño, coqueto, fue su 2ª casa, y estaba situado en el barrio donde nació. Toda aquella zona estaba llena de recuerdos para ella. La iglesia de La Paloma, situada no muy lejos, era un sitio que frecuentaba, pues era muy devota de esa Virgen, un lugar que conocemos todos los que vivimos en esa zona.

Entrañable, cariñosa, vital, inteligente e hipersensible, creo que se podría decir que Lina fue un ejemplo de mujer por su libertad de pensamiento, su carácter emprendedor, su energía desbordante, su falta de prejuicios. Como persona también hubo belleza en ella, con esas obras humanitarias que hacía, porque quien ha pasado necesidad sabe cómo se sienten las personas que carecen de todo. Siempre estará en nuestro corazón y en nuestra memoria, y me niego a despedirla, y menos con parafernalias luctuosas. Hubo luces y sombras en su vida, como las hay en la de todo el mundo, pero ella lo que nos dejó fue luz, una luz que nos iluminará ya para siempre.


miércoles, 19 de agosto de 2015

Un poco de todo


-  Tremendo lo de la muerte de la hija de Whitney Houston. Cuando la desgracia se ceba en una familia lo hace de una manera total. La historia de estas dos mujeres es especialmente sangrante. Pensamos quizá que nacer con tantísimo talento, belleza y sensibilidad te hace ser un ser tan especial que te conviertes en alguien invulnerable, como si fueras una fortaleza, una estrella rutilante e inalcanzable en el firmamento, pero no es así, puede que incluso resultes más vulnerable y que haya muchos que deseen destruirte por envidia. Una artista como Whitney reunía todas esas cualidades, y el encargado de darle la puntilla fue su propio marido, el hombre al que se entregó en cuerpo y alma confiada y enamorada, un acomplejado que la engañó haciéndose pasar por quien no era, como tantos otros que hay por ahí, haciéndola creer que la quería. Ella siempre estuvo llena de generosidad y cierto candor. Su luz cegó a su verdugo, lo eclipsó por completo, y tenía que vengarse.

Y ahora su pobre hija sigue sus pasos: la degradación paulatina a causa de las drogas, una pareja que la maltrataba, y el fin en una bañera, como su madre. No sé si ninguna de las dos quiso morir en realidad, pero hicieron lo posible para que así fuera. En el caso de Whitney tuvo todo lo que uno podría desear fuera de su casa, pero en su intimidad no recibió lo más importante, el amor de su marido. En el caso de su hija ella sí que no recibió nada. Con frecuencia saltaban a los medios de comunicación las peleas de ambas cuando la cantante estaba en lo peor de sus adicciones. Destrozaba el mobiliario, pegaba a su hija, adolescente por entonces, y ésta le respondía en el mismo sentido. Pero ambas se querían, fueron sus problemas los que las llevaron a una degeneración tan grande.

Todo a causa de una sola persona, ese rapero de tres al cuarto que en la actualidad ha rehecho su vida al lado de otra mujer a la que quizá deje vivir tranquila porque no le eclipsa como hacía Whitney, y tiene otros hijos que suplirán la ausencia de esa otra hija, de la que nunca se ocupó, y que ahora ha muerto. Son muchos los hombres que hacen lo que hacen y están por ahí libres de toda carga y culpa, sin recibir el castigo que merecen. Criminales domésticos que se van de rositas, que no empuñan un arma con la que te matan pero que te llevan a una situación de desesperanza, caos y vacío en la que terminas sucumbiendo. Autores no confesos de desgracias sin fin.

Un cariñoso y sentido recuerdo para Whitney Houston y su hija.

-  Le oía hace poco a mi amigo Melchor, sacerdote y miembro de uno de los Consejos Pontificios que existen en Roma, en el video de una de sus conferencias que están en internet, hablar de "superioridad moral" de otra persona que él conocía respecto de él mismo. Siempre ha sido grande su modestia, porque considerar a otro moralmente superior a él es mucho decir, pero reflexionando sobre el término, y buscando cómo no en internet, no he encontrado una definición clara de lo que esto quiere decir exactamente. 

Si lo pensamos bien vemos que en realidad tal concepto encierra una gran rigidez mental y de principios, al considerar que la estructura o la escala de valores de un determinado individuo es la única válida y todo lo que le falte a la de los demás es inferior por comparación. ¿Es tan inamovible e indiscutible el conjunto de principios éticos que rigen nuestras vidas? ¿Hay unas normas universalmente aceptadas que constituyen nuestro acerbo moral y que todos deben acatar a la fuerza, con independencia de la parte del mundo en que se haya nacido? Me parece que no. Son muy diversas y diferentes las culturas que pueblan el planeta, y en cada una hay una concepción de las cosas distinta. No es válida sólo una de ellas y las demás hay que descartarlas, ni tampoco es mejor una que las demás. Huyamos del pensamiento unívoco.

Quizá entre la gente de la Iglesia, católica en este caso, sí hay una gran rigidez a la hora de enfrentarse a las cuestiones morales y a la Ética en general, tienden a considerar "su verdad" como la única pausible. Le queda mucho al Vaticano para alcanzar la tolerancia necesaria que los tiempos que corren requieren, aunque con el actual Papa esto parece que se va solucionando. El Papa Francisco, luchando contra los obstáculos que se le ponen dentro de la propia Iglesia, contra prejuicios y rémoras del pasado, abre puertas, derriba muros, hace aún mayor el Pueblo de Dios. Eso es la tolerancia, la apertura de mente: a cuantas más personas llegue su palabra, a cuanta más gente abarque, que quizá ante estaba excluída, más adeptos conseguirá. Porque qué hacía Jesucristo sino predicar a todos sin distinción, sus brazos estaban abiertos para acoger a todo el mundo. El Papa Bergoglio hace lo mismo. Y es una bendición.



martes, 18 de agosto de 2015

La ciudad del fin del mundo


Interesante el reportaje del periodista Jon Sistiaga en Chernobyl y alrededores, en lo que ha dado en llamar "la ciudad del fin del mundo". Sobrecogedores los bosques famélicos, las llanuras yermas, las casas abandonadas. A medida que el equipo se adentra con su vehículo en lo que los norteamericanos hubieran dado en llamar "la zona cero" sino fuera porque ese nombre ya se lo asignaron al lugar donde se erguían las Torres Gemelas, las personas van desapareciendo y el silencio es profundo e inquietante.


Jon lleva consigo un medidor de radiación que tiene encendido en todo momento. Cuando se acercan a los camiones abandonados donde evacuaron a los habitantes, el nivel de radiaciones es tan alto que el citado aparato produce un pitido casi insoportable. Lo mismo que cuando se internan en una guardería gigantesca. Por qué hay más radiación allí que en otros sitios de Chernobyl se desconoce. Las aulas, enormes, tienen el suelo lleno de hojas de papel donde los niños escribían y pintaban. Sorprende su buen estado de conservación pese a haber pasado 29 años desde la tragedia. Algunos juguetes yacen abandonados, y multitud de máscaras de gas se amontonan en una de las estancias. Uno de los guías cree que los saqueadores las apilaron allí tras arrancarles el cobre que llevan. Desde luego hicieron bien su trabajo porque hasta se llevaron las ruedas y las gomas del manillar de un triciclo, que permanece olvidado como un esqueleto en un rincón.

El periodista se mete también en un polideportivo, donde vemos un gran gimnasio y una enorme piscina vacía, con graffitis en algunas de sus paredes. Se alternan imágenes de archivo de cómo era la vida allí antes de la catástrofe. Se ve a la gente circulando por las calles, los niños jugando en los parques, niñas haciendo gimnasia rítmica, gente nadando en las piscinas públicas... Produce una cierta tristeza que una comunidad que sólo duró 16 años, desde que fue construída para alojar a los trabajadores de la central nuclear hasta que tuvo lugar el escape radiactivo, aparezca tan nueva y limpia, tan acogedora pese a las colmenas de edificios grises, y sin embargo se la vea ahora tan destartalada.

Visita además un parque de atracciones que se iba a inaugurar 4 días después de la tragedia. Todo permanece estático, la noria que nunca llegó a funcionar estática y silenciosa.

A las afueras van a una casa de campo, llena de cristaleras y rodeada de vegetación. Debió ser muy hermosa cuando estaba habitada. Dentro hay un piano y uno de los guías empieza a tocar las teclas sucias. El sonido es desafinado, casi siniestro.

El periodista habla con algunos de los llamados "liquidadores", gente que trabajaba en la central y que luego se encargó de limpiar el desastre. Muchos han muerto a consecuencia de aquella tarea, pero exhiben con orgullo el título porque en Rusia se les considera héroes. Viven de una modesta pensión.

Varios carteles a la entrada advertían de que no se podía beber agua de los manantiales, ni coger setas, que allí abundan, ni cazar. Los lagos permanecen inmóviles, silenciosos. El pequeño puerto está muerto, sin vida, con algunos barcos oxidados medio hundidos en sus aguas. Un habitante de allí, de los pocos que han decidido permanecer en esa tierra pese al peligro que ello entraña, recuerda con nostalgia lo bonita que era esa zona cuando el puerto funcionaba, pleno de actividad.

Al llegar a la central de Chernobyl les hacen vestirse con unas ropas blancas, cubriéndose pies y cabeza. Les advierten que si algo se les cae al suelo, aunque sea una de sus costosas cámaras, no lo pueden volver a coger porque está muy contaminado. Algunos operarios desmontan estructuras metálicas con sopletes que, dependiendo de su grado de radiación, tendrán un destino u otro. A 100 metros está la torre en la que se originó la explosión y el escape radiactivo. Se la recubrió de una estructura aislante, lo que llamaron un sarcófago, que ya empieza a deteriorarse por el paso del tiempo. El miedo a más fugas ha hecho que se esté construyendo una estructura aún mayor y más sólida que servirá para evitar más problemas. Pasan unas secuencias de archivo del reactor poco después de la catástrofe, en las que se aprecia el destrozo de la torre y una incandescencia en su interior parecida a la de un volcán. Dicen que en la actualidad hay una masa similar al magma pero que no se ha visto nunca antes, una materia desconocida cuyo comportamiento aún se ignora si se lo dejara fuera de los límites impuestos, y que es altamente destructiva.

Para acabar su periplo visitan a un matrimonio muy anciano que se ha resistido a marcharse de su tierra y que viven junto con otras pocas personas en un pequeño pueblo de las afueras. Sus familiares ponen todo tipo de excusas para no visitarles por temor a la radiación. Están solos y tristes, y viven con mucha pobreza. Él dice que dos veces al año viene gente del gobierno a hacer mediciones de radioactividad de la tierra, el agua y el aire y les dicen que todo está bien. Son tan mayores que posiblemente les de igual aunque no fuera así, se conforman con lo que les digan por conveniencia, aunque sea difícil de creer.

Jon Sistiaga es un periodista peculiar. Durante todo el programa estuvo haciendo comentarios graciosos para quitarle hierro al asunto, y hay que reconocerle su valor al haber arriesgado su salud en un sitio así. Sus reflexiones personales resultaban interesantes, y su forma de contar las cosas. Habla ruso perfectamente. Son, en fin, sus reportajes un ejemplo de lo que es el auténtico periodismo, crónicas de la vida real que hacen reflexionar y te dejan una placentera sensación, como de haber sido testigos y partícipes de una aventura, de una problemática o una forma de vivir distinta, da igual la parte del mundo que sea, y que completa nuestra visión de la época en la que nos ha tocado existir.


lunes, 17 de agosto de 2015

Yves Saint Laurent, la película



Maravillosa película la dedicada a Yves Saint Laurent, y extraordinario el parecido del actor que encarna al inolvidable diseñador de moda, Pierre Niney, no sólo por su aspecto sino también por sus maneras.

Aunque ya han pasado 7 años desde su muerte, la figura de Yves permanece viva en el imaginario popular, y en mi memoria en particular. Siempre me llamó la atención la fragilidad y la timidez de este hombre cada vez que salía a saludar al público cuando acababan sus desfiles. Su amplia sonrisa, su gran nariz y esos ojos claros y chispeantes detrás de grandes gafas de montura oscura, su fealdad elegante y un poco aniñada, le hacen un ser peculiar, diferente al resto, irrepetible.

En la película se nos cuenta los inicios de Yves en su juventud, los diseños que ya empezaba a hacer cuando aún vivía con sus padres y hermanas. Su familia gozaba de muy buena posición en Orán, la ciudad argelina, protectorado francés, donde nació. Se nos presenta al futuro modisto dibujando en una mesa frente a una ventana, en su habitación, por la que entra un chorro de luz que lo ilumina todo. Él charla con las amigas de su madre, cuando vienen a tomar café, que se convertirán en sus primeras admiradoras.

Tras participar en algunos concursos de moda en París, en alguno de los cuales resultó ganador, y graduarse en estudios de costura en su ciudad, se marchó a vivir a la capital francesa, donde sus diseños fueron a parar a manos de Dior, que le contrató al instante. Tenía sólo 18 años.

Con 21, tras la muerte repentina de Dior, se convirtió en el modisto de alta costura más joven de Francia. Su 1ª colección fue una continuación del estilo de la casa y tuvo un éxito enorme, rescatando a la firma de una quiebra segura. Por aquel entonces se hacían desfiles privados, en salones a los que se invitaba a unas pocas personas.

Fue en esta época cuando conoció a Pierre Bergé, industrial, mecenas y editor, que se convertiría en su compañero sentimental durante más de 50 años. También entablaría una gran amistad con Victoria, la modelo preferida de la firma, perfecta, bella, una gran amiga en muchos sentidos. En  esta etapa temprana fue llamado al servicio militar, coincidiendo con la guerra de independencia de Argelia. Hasta entonces había conseguido librarse, pero ante el acoso de la prensa, que lo tachó de cobarde y antipatriota, terminó accediendo. Duró 3 semanas, pues ante los ataques de que le hicieron objeto sus compañeros terminó siendo ingresado en un psiquiátrico, donde le diagnosticaron como maníaco depresivo. Su estado empeoró cuando supo que la casa Dior prescindía de él. Las terapias agresivas que allí padeció explican sus problemas emocionales posteriores y sus adicciones. Mientras estuvo allí se negó a recibir a su madre, pues la acusaba de haberlo abandonado en su niñez cuando sufrió acoso escolar. Sólo Pierre Bergé, con el que iniciaba su relación, le prometió que jamás le abandonaría y que siempre sería su apoyo incondicional.

Cuando salió demandó a la casa Dior por daños morales, con ayuda de Pierre Bergé, y con el dinero recibido más el apoyo financiero de un empresario norteamericano que se interesó en su trabajo, fundó su propia firma de alta costura. En su 1ª colección hizo famoso su logotipo, las iniciales de su nombre superpuestas, que continúa hoy en día.

Con el transcurso de los años Yves fue dando un poco de lado la alta costura para centrarse en el pret-a-porter. Adaptaba sus diseños a las modas cambiantes. Los 70 fueron una época escandalosa, pues llegó a mostrar a sus modelos en actitudes provocativas, besándose unas a otras en la boca, con ritmos psicodélicos como música de fondo, y luces de colores muy al gusto de las discotecas de entonces. Arremetía contra la burguesía, que era lo que se llevaba, y vendía mucho.

A finales de esa década compraron una mansión art decó en Marrakech, el Jardín Majorelle, que había mandado construir tiempo atrás un famoso pintor francés, que hizo pintar las paredes de un azul intenso. Rodeado de una exótica vegetación y lleno de multitud de aves de todas las especies, fue su lugar de residencia hasta el final de su vida, que le permitía vivir apartado de la vorágine de París y sentir la inspiración que le provocaba la luz, el color y los aromas de aquella parte del mundo. Sus diseños y hasta las joyas y abalorios que lucieron sus modelos en muchas ocasiones tienen un fuerte influjo de aquel lugar.

En la película se cuenta el gusto de Yves por la vida nocturna en su juventud, la promiscuidad con la que vivía, y los excesos con las drogas que minaron su ya delicada salud. El diseñador y Bergé fueron una pareja abierta que, aunque mantenían relaciones sexuales con otros hombres, siempre se tuvieron el uno al otro toda la vida. Pasara lo que pasara entre ellos, pues tuvieron muchas crisis, la sólida roca en la que se basaba su unión nunca se quebró.

El film termina como empezó, con una escena de Yves dibujando frente a una luminosa ventana en su casa de Marrakech. Al final no se le ve el rostro, pero vemos la vejez reflejada en esas manos que trabajan sobre el papel. Después el asiento vacío y Pierre Bergé mirándolo y hablando como si él aún estuviera allí. 

jueves, 6 de agosto de 2015

Un poco de todo






- Aquí estoy con Anita, mi hija, en una foto que puso en mi muro de Facebook para felicitarme el cumpleaños el mes pasado. Qué pronto pasa el tiempo. Ahora que ella ha cumplido por fin sus 18 años, me parece que no ha transcurrido apenas nada desde que la tenía junto a mí nada más nacer. Hoy es una joven mujer hermosa por dentro y por fuera, inteligente, buena y sensible, con muchos recursos para defenderse en la vida, una mezcla de fortaleza y delicadeza que la hace única.

Este verano casi no la he visto, una semana en julio y un par de días en agosto, uno de ellos porque al ser su cumpleaños hizo por venir a verme, pues agosto y parte de septiembre es la época que no le toca estar conmigo. Esto me produce tristeza, porque además no sé si ella va a estar a gusto y bien cuidada allá donde esté: las madres siempre pensamos que nuestros hijos nunca estarán tan bien atendidos como en casa.

Lo cual hace evidente que aunque ya sean mayores de edad y hagan su vida, siempre les tratamos como si aún fueran niños. Ella ha viajado sola por 1ª vez este año, cuando vino a verme a la playa, y luego por 1ª vez con sus amigas, cuando fueron al festival de música de Burriana, en Castellón. Algo que la decepcionó, no sólo porque no es el tipo de música que a ella le gusta, sino porque las inclemencias meteorológicas se aliaron para convertir la zona en un lodazal con las lluvias torrenciales. Se marcharon antes de que terminara, cuando llevaban la mitad de los días previstos, perdiendo dinero de estancia y transporte. A casa trajo ropa y zapatillas que chorreaban metidas en grandes bolsas negras que les dieron allí, manchado todo de hierbas y espigas por ser zona campestre. Me contó que apenas dormían 2 horas al día por el calor que hacía dentro de la tienda de campaña, pues sólo dejaban una pequeña abertura para que entrase el aire. A pesar de todo ha sido una experiencia, y siento que para ser la 1ª vez que salen por su cuenta no le haya salido bien. Ya habrá otras ocasiones, con 18 años aún queda mucho por hacer. A efectos legales es responsable de sus actos. Lo era ya hace mucho tiempo. Como le quedaron 2 asignaturas ella misma se ha buscado las clases particulares que necesita. Es un amor, una bendición del cielo. Su hermano y yo la queremos más que a nada en el mundo. 


- Mandé un post que publiqué en este blog hace unos años, La casa de La Alameda, a un concurso que organizó FNAC el mes pasado, para el que había que enviar un relato de no más de una cara de una hoja en Word con ciertas medidas de letra y espacios. Tuve que suprimir algunas frases para que coincidiera con ese formato, y la verdad es que quedé muy contenta del resultado. Siempre me gustó esta historia sobre unas tías de mi madre que vivían en una casa señorial en el Pº de la Alameda, junto al Jardín Botánico. Por supuesto, y con 700 participantes, el mío no sólo no ganó sino que no quedó ni finalista. Regalaban un cheque para gastar en el establecimiento y clases en el Taller de Escritura que tienen montado Carmen Posadas y su hermano. Ví el relato ganador y me pareció una castaña importante, sobre unas camisas blancas colgadas en un diván, que pretendía ser misterioso y lo que resultó es tedioso y mal escrito. Lo que sí ví que me faltó fue el título, que no puse porque se lo di al archivo que les mandé, y así no ocupaba sitio, ya que el relato hubiera sido aún más corto. Dudo mucho que se hayan leído en tan poco tiempo todo lo que mandó la gente, pero en fin, las cosas son así. 


- Pienso que la fe tiene un calado más hondo en personas con escasa instrucción, en los seres más sencillos, aquellos cuyo corazón no ha sido mancillado por las impurezas de este mundo. Ver cómo sienten la religión es absolutamente conmovedor, y digno de émulo. Por eso en los países de Sudamérica tuvo tanta repercusión entre los indígenas, aunque la cristianización en este caso no estuviera exenta de polémica. La misión, aquella maravillosa película sobre la labor misionera de los jesuítas allí siglos atrás, lo refleja con extraordinario realismo. 

Pensamos que la fe es propia de almas cultivadas, y que a ella se llega tras largas y profundas reflexiones propias de una mente inteligente y rica, pero no es así. La creencia ciega en Dios no tiene una raíz intelectual sino emocional: es el corazón y no el cerebro el que recibe la luz divina del amor de Jesús. Habrá quien piense que es producto de mentes infantiles propensas a los juegos de la imaginación, y que se creerán cualquier cuento que se les relate. Antes al contrario, precisamente su pureza hace que los misterios de la religión tengan un campo de cultivo extraordinario, como escribir en una página en blanco, como pisar una tierra que nunca antes ha hoyado nadie. No hay malicia, ni doblez, ni filtros de ninguna clase, es la inocencia primigenia del ser humano, dispuesta a recibir, y a dar.


 
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