martes, 24 de noviembre de 2015

Apple


Traía el amigo de mi hija, cuando me visitaba en mi ingreso hospitalario, del que hoy afortunadamente he salido, un precioso portátil de Apple plateado que se acababa de comprar no hacía mucho. No sé por qué me ha encantado siempre cuando se ilumina con un gran destello blanco la manzanita de la tapa al encender el ordenador. Y quizá por el hecho de estar en el hospital o puede que por haber leído tanto acerca del creador de la marca, Steve Jobs, que enfermó cuando aún estaba en la plenitud de su vida, me vino a la cabeza todo lo que he sabido de este hombre singular y controvertido, marcado por una inteligencia y una intuición excepcionales.

Su madre biológica lo dio en adopción nada más nacer con la condición de que los padres adoptivos le proporcionaran una educación superior. El coeficiente intelectual de Steve pronto llamó la atención, sin embargo sólo pasó un año en la Universidad. El ambiente de lo que entonces no se llamaba aún Sillicon Valey le atraía poderosamente. Ingenieros, químicos, informáticos y físicos llegaban atraídos por las nuevas empresas de telecomunicaciones y electrónica.

Como ejecutivo y emprendedor se reveló como un hombre de trato difícil. Insultaba grosera y cínicamente a cuanto aquellos osaban oponérsele. Con el director de cine George Lucas tuvo palabras mayores, lo que no impidió que le comprara su compañía, la que después sería Pixar. Jobs ya no estaba en Apple, donde había sido defenestrado por su carácter y una mala operación que realizó, y ahora al frente de su propio negocio, Next, hacía y deshacía a su antojo. Pero lo que no sabía era que la adquisición que acababa de realizar cambiaría su vida tanto profesional como personal. Los dos directivos que ya había en Pixar consiguieron reconducir la personalidad de Steve Jobs.

Según escribió Brent Schlender en su El libro de Steve Jobs, “en Pixar descubrió, aunque de mala gana y en contra de sus instintos naturales, que a veces conviene darles a las personas con talento el espacio que necesitan (…) Sin las lecciones que aprendió en Pixar, no habría existido el gran 2º acto de Apple”. En parte impresionado por el talento de ambos directivos y en parte moderado por su fracaso en Next, que no funcionó bien, les dejó hacer. Al principio fue difícil: los derroches, las decisiones arbitrarias y su incapacidad para delegar no daban respiro a sus empleados. Después, ya encauzado, cuando uno de los directivos le presentó el presupuesto de un corto de animación que iban a llevar a cabo sólo pudo decir: “Hacedlo genial”. El corto ganó un Óscar en 1989. En la cena para celebrarlo se presentó con una joven rubia con la que había empezado a salir un par de meses antes y que sería su esposa. A excepción de los raros viajes de negocios que hacía Steve, estuvieron juntos todos los días del resto de sus vidas.

Ella no estaba interesada en riquezas ni ostentaciones, y cuando se casaron estaba embarazada de su único hijo varón. Luego tuvieron 2 hijas más. Una hija que Steve había tenido en una relación anterior y a la que se había negado a reconocer se fue a vivir con ellos. La pareja hizo todo lo posible para dar a su familia una vida normal. Vivían en una casa sin protección alguna y tenían un huerto del que se alimentaban. Consolidó un grupo de amigos íntimos que mantuvo ya para siempre y se convirtió en un empresario más sutil sin  perder su ímpetu habitual. Aprendió a ser paciente sin menoscabo de su agudeza natural.

Pixar se convirtió en un negocio lucrativo, pero Apple se hundía devorado por Microsoft. Sus directivos decidieron que Steve volviera. Hubo que llevar a cabo recortes en la empresa y una reorganización general. Empezó a lanzar nuevos productos y todo marchó viento en popa.

Cuando enfermó de cáncer no dejó de seguir trabajando como lo hacía. Uno de sus colaboradores quiso hacerle donación del órgano que él necesitaba. Él se enfadó mucho, no lo consintió. Al final llegó la muerte.

Steve siempre estuvo interesado en la vida espiritual. Viajó a la India con 18 años para profundizar en el hinduismo y descubrió la autobiografía del yogui Yogananda, el libro que se regaló en su funeral. Más tarde, sus preferencias fueron hacia el budismo. Durante años, un monje iba a su oficina una vez a la semana para aconsejarlo sobre cómo equilibrar su sentido espiritual y sus metas comerciales.

 
(Basado en el reportaje Steve Jobs. Las dos caras del genio, de la revista XL Semanal del 14/nov./2015)



lunes, 23 de noviembre de 2015

Conversaciones en el hospital


Son curiosas las conversaciones que surgen por las noches con mi hija antes de dormir, estando yo aquí en el hospital. No es que no charlemos habitualmente, pero nuestras obligaciones diarias y nuestros distintos ritmos de vida no nos permiten siempre hablar todo lo que deberíamos.

Ayer sin ir más lejos surgió el tema de las relaciones con hombres, asunto sobre el que tanto se ha dicho y que sirvió para añadir un poco de picante a este momento en el que nos hallamos tan poco halagüeño. Anita, mi hija, no deja de sorprenderme con su forma de entender el asunto, de entenderlo todo, tan distinta a la mía. La 1ª vez que fui testigo de su manera de tratar al sexo opuesto fue en el verano de hace dos años, cuando pasamos las vacaciones en Tenerife. Allí los hombres se le acercaban con cualquier pretexto, creyéndola sin duda mayor de lo que era, con la intención de charlar un rato y quién sabe qué otra cosa, ante mis horrorizados ojos. Ella los trataba con total naturalidad, como si los conociera de antes, ya que la timidez o la inseguridad no forman parte de su código genético, afortunadamente, como lo forma parte del mío. Para mí seguía siendo mi niña, y me sentía escandalizada, la creía en peligro, y no era así. Mi afán de protección se disparó, pero yo siempre procuro controlarlo porque entonces no la dejaría ser ella misma, y sé que  las comeduras de coco que yo pueda tener se corresponden poco con la realidad.

Soy consciente de que pertenezco a otra generación y es otra la educación que a mí me dieron, y aunque esta fue muy tradicional me considero bastante librepensadora en muchas cosas. Le contaba a Ana que incluso perteneciendo a una misma generación las personas no están forzosamente avocadas a una misma forma de actuar, aunque haya una corriente mayoritaria de comportamiento, impuesto por los usos sociales de la época. Una de mis amigas de la facultad gozaba de las relaciones sexuales desde bien joven con diferentes hombres a los que iba conociendo, sin el menor atisbo de inmoralidad o culpa, que tanto nos han inculcado en el pasado. Se me ocurrió una vez censurarla y no le sentó bien, lógicamente: me comportaba como una puritana y a lo mejor lo que yo necesitaba era un poco de lo mismo que ella, otra mentalidad, más soltura.

Anita añadió que incluso recibiendo la misma educación en una familia cada hijo actúa luego de una manera distinta, con independencia de la que les hayan dado. Ella misma se puso de ejemplo al afirmar que su forma de actuar poco o nada tiene que ver con lo que yo le he querido enseñar. La personalidad de cada uno, las propias necesidades, son las que determinan la conducta. En mi caso, mi hermana fue siempre más lanzada que yo con los hombres, y yo sin embargo más recatada, algo de lo que no presumo precisamente.

Quizá se dan en mí una serie de circunstancias. Mi desarrollo físico fue superior al psíquico en la infancia, de tal modo que cuando tenía 12 años parecía que tenía 15 ó 16. Los hombres me miraban de una manera que me inquietaba y me sentí amenazada. Empecé a percibirlos con desconfianza y un poco de asco, como algo peligroso al que había que eludir. Era la mentalidad de una niña que no puede aún comprender ciertas cosas, pero me ha quedado con los años la sensación de que en el hombre hay más animalidad que otra cosa, y que la Naturaleza los ha programado de esa manera sin que ellos pueden hacer nada para evitarlo.

Inmadurez es pues lo que arrastro. Pocos hombres que se me han acercado lo han hecho en las condiciones que yo requiero. El respeto, la educación, la amabilidad, la comprensión, parecen elementos inexistentes, y más en una sociedad como la que nos está tocando vivir en la que prima el consumo rápido y los sentimientos pasajeros. Nunca supe cómo se puede uno divertir simplemente echando un polvo esporádico con gente diferente cada vez. Entiendo que para algunos es una técnica antiestrés, como ir al gimnasio a quemar un poco de energía y relajarse, pero a mí si me faltan ciertas cosas nada de lo otro es posible, ni felicidad, ni relax, ni nada, sólo vacío.

Ana no alberga temor ninguno hacia los hombres, ni piensa ninguna cosa mala cada vez que alguno se le ha acercado. Los ve como personas, más que como género, los capta al vuelo y se deja llevar pero controlando las situaciones. Al contrario que yo, que estoy en contra de que un desconocido se me acerque de cualquier manera, porque hasta me parece de mala educación, quién ese tío para molestarme y pretender nada de mí ya que de nada me conoce, Anita sin embargo lo ve como un halago, es que alguien te considera tan bella e interesante que ha decidido dar el paso de querer conocerte, y no tiene por qué pasar nada más que uno no quiera. Ojalá tuviera esa confianza, esa madurez, ese aplomo.

Nunca cerré la puerta a los hombres y menos ahora estando divorciada, pero no quiero que se produzca de una manera que no me guste, ya que me vuelvo a dar una oportunidad tiene que ser mejor que nunca, que me satisfaga completamente. Mi hija opina que debo relajarme, una vez más, que no pida tanto, que he visto muchas películas, que la vida real es otra cosa, que habrá aciertos y fallos, y que todo forma parte del devenir humano, no se puede programar todo y luego decepcionarse cada vez que no se llevan a cabo nuestros planes. Pienso que es así, que no porque ella sea joven y aún no tenga muchas exigencias a este respecto van a pasarle cosas distintas a mí, con la edad que ya tengo y mis demandas. Para ella está todo aún por hacer, y me encanta que piense como lo hace.


sábado, 21 de noviembre de 2015

El viaje de Fernando Tejero


Estaba viendo el capítulo de Planeta Calleja en el que el viajero invitado es Fernando Tejero y me ha encantado. Y no porque el conocido actor haya disfrutado como lo han hecho otros en ese mismo programa antes que él. Lo que debía servirle de catarsis, visitar Etiopía con sus desiertos, sus gentes, sus ritos religiosos y hasta la subida a un volcán en erupción, le ha supuesto un calvario al tener que afrontar ciertas cosas que su estado emocional actual no le permite.

La inmensidad de los espacios abiertos, la pobreza de los que los habitan, han dañado su ya maltrecha sensibilidad, algo que percibía y explicaba muy bien el propio Calleja mientras le dejaba hacer a Fernando, caminar a su aire, no conversar si no le apetecía, permitir la evasión y la reflexión, como si estuviera perdido en realidad en su propio desierto de soledad. Incluso sentir el afecto de los niños negritos que se le acercaban cuando llegaban a un poblado le recordaba su deseo de ser padre, que parece vivir como una frustración más al no haberlo podido alcanzar aún.

Y es que, y lo digo por experiencia propia, para viajar hay que estar en buenas condiciones psicológicas. Estas aventuras de Calleja exigen buenas condiciones físicas, pero para mí las otras son si cabe más importantes. El viaje siempre te sirve, hay una evasión, un conocimiento nuevo, una distracción, pero también hace que tomes distancia de tu realidad cotidiana y te enfrenta a aquellos conflictos largamente arrastrados que parecen no tener fin y que la vida diaria solapa con sus rutinas. Es un via crucis mezcla de sufrimiento y expiación, y Fernando quería volver a casa para pensar en todo esto y comprobar que su existencia no es tan terrible si la compara con la de otras personas menos afortunadas que hay en la faz de la Tierra.

Será que nos encerramos en nosotros mismos, pretendemos solucionarlo todo por nuestra propia cuenta sin ayuda, o quizá intentemos encontrar el camino hacia la felicidad sin saber por dónde tirar. Lo que me gusta de Calleja, y en eso contrastaba enormemente con Fernando, es que él pone distancia a todo, se toma las cosas tal como son y se deja llevar, disfruta. Si hay miseria en un sitio al que va, no pone reparos, conoce su existencia y es consciente de que poco puede hacer para remediarla, pero ahí está, integrándose con todo el mundo, siempre positivo, con una resistencia física y psíquica maravillosa. Es un hombre con una mente sana, lo contrario de la depresión y las comeduras de coco de Fernando, y de mucha gente por desgracia hoy en día, cada vez más. Solo así se puede disfrutar de la vida.

Y lo estoy pensando en estos días en que me veo obligada a estar ingresada en un hospital, por 1ª vez en mi vida, sin contar las dos veces en que he sido madre, para hacerme pruebas que diluciden por qué mi estado de salud está tan maltrecho últimamente. Los médicos se empeñan en buscar nombres que a nadie gusta pronunciar para descubrir enfermedades que yo sé que en realidad no tengo. Mi diagnóstico es stress, un cúmulo excesivo de preocupaciones arrastrados como un pesado lastre durante años, y el cuerpo termina petando. Y es bueno que lo haga, que de señales, porque así se puede poner remedio a tiempo.
Peor lo está pasando una amiga de mi hermana de hace años, con la que también tuve yo cierta amistad, que en estos momentos está luchando con un cáncer de mama. Y lo he sabido por Facebook. Lo que son las redes sociales. Ya le he dedicado palabras de aliento, y me sumo a sus preocupaciones por la salud, puesto que yo también las estoy teniendo. Alguna vez nos tiene que tocar, lo malo es como en mi caso, cuando nos las buscamos nosotros solitos.

Por eso comprendo a Fernando Tejero en su deambular por el mundo en compañía de Calleja, duro guía porque impone esfuerzos titánicos en sus travesías vitales, pero que consigue resultados espectaculares. A casi todos, por no decir todos sus invitados al programa, los ha dejado descolocados. Sacarnos de nuestras costumbres y nuestra vida tan compartimentada nos deja alelados. Bienvenidos a la vida real, la que pasa fuera de nuestras fronteras personales, de estrechas limitaciones.

martes, 10 de noviembre de 2015

Victoria Camps: el carácter


Tendemos a pensar que el carácter es inmutable, que uno nace con el carácter que Dios le ha dado y no tiene más remedio que conformarse con su buen o mal temple. Decimos que nuestro hijo tiene muy buen carácter y es muy buen chico o, por el contrario, es rebelde, contestón y tiene mal genio. Aunque nos gustaría cambiarlo, pensamos que así es, nos ha tocado, y hay que aceptarlo. Pero la realidad es más compleja. Para decirlo brevemente, los humanos no tenemos sólo instinto, sino carácter. Un carácter que no se posee al nacer, sino que se va haciendo por la interacción con el medio, con las costumbres y con los demás. "Yo soy yo y mi circunstancia", decía Ortega y Gasset. Quería decir que el yo no es nada si le quitamos sus relaciones, su trabajo, su dinero, sus aficiones, sus ideas, su época. Hoy preferimos quizá hablar de "identidades". La identidad de cada uno es su carácter, pero las identidades se van formando, nadie nace con una identidad definida y acabada.

No es que el niño sea una página en blanco. Lo que llegará a ser está medio escrito: posee una información genética, una herencia, nace en el seno de una cultura y de un estatus social y económico. Un niño guineano tendrá menos posibilidades de ser esto o aquello que un español o un inglés. El entorno actúa sobre la persona, la moldea, pero no la determina: el resultado siempre es una incógnita. Una incógnita sobre la que se puede actuar e influir pero no garantizar el éxito. "El hombre es, de algún modo, todas las cosas", escribió el filósofo renacentista Pico della Mirandola. (...) Consiste esa dignidad en poder ser muchas cosas, consiste en la obligación de tener que empeñarse en ser esto o aquello. Si no fuera así, no tendría sentido la educación.

¿Cómo se forma el carácter? ¿Cómo se forma, en definitiva, el yo? Los maestros lo saben bien: inculcando hábitos, repitiendo actos, acostumbrando al niño a que le guste y le atraiga lo que le debe gustar y atraer. Haciendo que se adapte a las costumbres que creemos que son buenas. Es lo que hacemos, por ejemplo, cuando le enseñamos a nuestro hijo a ser limpio y le obligamos a ajustarse a un horario. Le enseñamos a no hacerse pipí encima, a no comer con las manos, a limpiarse con la servilleta, a lavarse las manos antes de comer, a comer y a dormir cuando toca. Son normas que crean hábitos y acostumbran a vivir de una manera y no de cualquier manera. Todo es convencional, por supuesto. Podría ser distinto. En las culturas humanas ha habido múltiples formas, por ejemplo, de saludar. Nos lo cuenta Ortega en su artículo El saludo: un árabe dirá salaam aleikun (la paz sea contigo); el romano decía salve (que tengas salud); el griego, khairé (te deseo alegría); nosotros damos los buenos días y las buenas noches; en la India, en cambio, al saludar por la mañana se preguntaba: "¿Ha tenido usted muchos mosquitos esta noche?". En fin, lo que nos dicen estas anécdotas es que lo que cuenta no es lo que se diga sino que se salude, hágase como se haga. Es imposible vivir sin regularidades, sin unas pautas que nos permiten orientarnos en el mundo y saber qué podemos esperar de los demás.

(...) El comportamiento humano es más complicado: no es la mera respuesta a unos estímulos, sino la capacidad de "inventar" respuestas distintas antes los estímulos placenteros o dolorosos que le vienen de fuera. Esas respuestas, en principio, las aprendemos a partir de lo que vemos, vienen dadas por lo que hacen los demás, por lo que nos dicen que hay que hacer y por la costumbre. Una respuesta posible y fácil, por ejemplo, ante el conflicto, es la violencia. Vemos a menudo que es así como se solucionan los conflictos, en las guerras, en las peleas. Por eso nos inquieta la inmersión televisiva de la infancia en la violencia. O la inmersión en la publicidad cuyo mensaje es que la tristeza se cura saliendo de compras.

Formar el carácter es lo mismo que formar la conciencia. La conciencia es la imagen que uno tiene de sí mismo, la capacidad de decir: "Yo soy esta persona y soy así". La formación de la conciencia tiene una dimensión moral. No sólo digo "yo soy así", sino que soy capaz de preguntarme si está bien o mal ser así. Cuando yo era niña, a esa conciencia se la llamaba "tener uso de razón", que no era otra cosa que la capacidad de distinguir el bien del mal, entender que no todo vale igual. El uso de la razón se situaba hacia los 7 años, que era cuando a los niños se les permitía tomar la comunión. Era algo así como la mayoría de edad moral. Situarla a los 7 años era, sin duda, iluso. Lo que es indiscutible es que el niño carece de conciencia moral cuando viene al mundo y la va adquiriendo por lo que ve y por el contacto con los demás. Cuando la tenga, reaccionará ante sus propios actos con buena o mala conciencia. Quien no es capaz de desarrollar buena o mala conciencia, carece de conciencia. La falta de conciencia es una falta de madurez que se traduce en la incapacidad para responder de uno mismo. Ciertas deficiencias psíquicas o mentales, demencias que afectan a las personas de edad, como el Alzheimer, impiden precisamente tener conciencia: uno no se acuerda de quién es, no se reconoce ni reconoce a los suyos, no responde adecuadamente cuando le interpelan, hace locuras. No tiene conciencia y no puede tener culpa. La falta de conciencia implica falta de responsabilidad.

Seguramente lo que más contribuye a la formación de la conciencia en la niñez y en la adolescencia es el juicio de los demás. Y, en especial, el juicio de aquellos en quien más se confía y se cree. Los psicólogos que han estudiado la formación de la conciencia moral en el niño dicen que ésta pasa por una 1ª fase basada en el juicio de autoridad. El niño reconoce el bien o el mal a través del juicio de sus padres o sus maestros. Poco a poco, irá prescindiendo de la autoridad y tenderá a juzgarse a sí y a los demás por sí mismo, a razonar sobre lo bueno y lo malo. Cuando lo consiga, habrá adquirido la capacidad de usar la razón. Es entonces cuando está en condiciones de responder de lo que hace. Si ha hecho algo mal, se le podrá exigir que se explique y se defienda de la acusación: ¿por qué lo has hecho?


(Del libro de Victoria Camps "Qué hay que enseñar a los hijos")

lunes, 9 de noviembre de 2015

Drenar el Titanic


Otro reportaje reciente, Drenar el Titanic, sobre el hundimiento del legendario trasatlántico, el más grande del mundo en aquel momento, al que se creía insumergible, y dotado de la tecnología más avanzada que existía por aquel entonces, cuando llevaba 4.000 km. recorridos en su viaje inaugural, ha arrojado nuevos datos sobre aquel triste y legendario suceso que desde hace 113 años tiene en jaque a científicos y estudiosos del tema. Desde el 9 de enero de 1.985, en que se localizaron los restos por vez 1ª, han ido a la zona otras 20 expediciones que han completado poco a poco el puzzle de misterios y oscuridad en que se ha terminado convirtiendo este trágico suceso.

Esta última expedición utilizó drones que se mantuvieron a 10 metros de los restos e hicieron pasadas de 50 metros de izquierda a derecha y al revés una y otra vez, superponiendo el lecho marino con los restos del naufragio, detectando la más mínima variación de altura y recogiendo millones de datos. Después se envió un R.O.V., un vehículo controlado a distancia al que se hace descender con cables, que hace miles de fotografías digitales y 160 horas de video que han aportado información que se desconocía. En total 37 terabytes de datos. En los meses siguientes multitud de ordenadores convirtieron los datos aportados por el sonar en una representación en 3D del barco. Un experto en imagen unió miles de imágenes tomadas a lo largo de 6 meses, habiendo hecho previamente 200 mosaicos para estudios arqueológicos en el futuro. Son imágenes en alta definición que asombran a todo el que las contempla. Han sido 4 años de duro trabajo.

Todo esto ha permitido hacer una recreación por ordenador en la que se vacía al agua del océano y se deja al descubierto el acero de los restos del trasatlántico, como si estuviera en terreno seco y relucieran al sol. Entre el lugar donde cayó la proa y el lugar donde cayó la popa hay un km. de distancia, y se ha visto una gran hondonada donde cayó ésta última, debido al impacto. En total hay 5 zonas, que se corresponden con las dos secciones del barco y los restos y objetos que se fueron desprendiendo en su caída.

La proa, que está prácticamente intacta, contenía los elementos más lujosos del Titanic: la gran escalera que descendía a lo largo de 5 cubiertas, la piscina climatizada que estaba reservada a los pasajeros de 1ª clase, y el gimnasio situado en una zona acristalada en la cubierta. Doce metros están sobre el lecho marino, hasta casi las anclas, que permanecen tal y como estaban, y 20 más están enterrados, el equivalente a un edificio de 6 pisos. Su descenso, una vez separado de la sección de popa, fue suave, a 55 km/h. y un ángulo de entre 15 y 30 grados. Su impacto contra el suelo fue como si un gigantesco camión de 22 mil toneladas chocara contra un ventisquero.

Un informe de la época señalaba que la rotura del casco causada por el iceberg se extendía a lo largo de 100 metros, lo cual es puesto ahora en duda, pues el barco no habría tardado 2 horas y media en hundirse con un daño semejante. La observación de las nuevas imágenes tomadas y el video permiten ver muchas pequeñas áreas de impacto, brechas que sólo ocupan 1 metro cuadrado, que permitirían que se colaran 1400 litros de agua cada segundo. Con estas premisas se calculó el tiempo que el Titanic tardaría en hundirse y el resultado es exactamente el que tuvo lugar.

La sección de popa es más larga, 120 metros, pero aparece en un estado lamentable. El mapa acústico revela que descendió girando en el sentido contrario a las agujas del reloj y quedó retorcida de forma parecida a un sacacorchos. Los motores sí siguen intactos, con sus 12 metros de altura Por las marcas que han quedado en el terreno se sabe la velocidad a la que cayó, 80 km/h. También se sabe que los trozos de fuselaje que se fueron diseminando no ocupan una zona tan grande como se creía, lo que permite pensar que el barco no se partió en la superficie, como se ha dicho siempre, sino lejos de ésta, cuando se estaba hundiendo. 

Se han hallado pequeños objetos que se han conservado extraordinariamente bien, tanto es así que se ha podido saber a quién pertenecieron muchos de ellos. Así pasó con un reloj de bolsillo de oro que aún conserva las manecillas, cuyo dueño fue un potentado sudafricano que viajaba con su mujer y su hija para iniciar una nueva vida en el oeste de los EEUU. Ellas sí sobrevivieron. O el diario de un joven de 17 años que viajaba solo y que es prácticamente legible en su totalidad. Se ve un frasquito de perfume que aún posee la esencia en su interior, cepillos para el pelo, un sombrero de mujer, y sortijas que son joyas antiguas preciosas. Es como si el tiempo se hubiera detenido y los usos y modas de la 1ª década del s. XX aún siguieran vigentes.

Cuesta creer que estos objetos no estén más deteriorados. Viendo tazas que pertenecieron a la vajilla con la que se servían las comidas, sin un solo desperfecto, no logro comprender cómo las millones de toneladas de agua helada que estaban sobre ellas a 4 km. de la superficie no las hicieran reventar. O cómo estas piezas tan pequeñas hayan permanecido a la vista como si los fondos marinos no se hubieran movido por efecto de las corrientes marinas a lo largo de décadas y no las hubieran cubierto, que sería lo normal.

Las cubiertas del barco, que se construyeron en varios pisos, no tardarán en colapsar por efecto de la oxidación, pues el fuselaje, que tan resistente parecía, se ha llenado de colonias con millones de bacterias que la han ido minando, de forma que ahora es una estructura sumamente frágil, y lo está haciendo a mayor velocidad de lo que los expertos creían que pudiera ser posible.

El Titanic sigue mostrándonos nuevos misterios a cada nueva investigación y cuanto más perfecta va siendo la tecnología que lo estudia. Pasarán unos cuantos años más hasta que los estudios estén completados, por lo que nos esperan revelaciones sin fin que nos conducirán a la verdad acerca de lo que pasó con el infortunado barco y sus ocupantes aquella noche del 14 al 15 de abril de 1.912. 


sábado, 7 de noviembre de 2015

Acerca de Jesús Calleja


Después de haber hablado largo y tendido sobre el último de sus programas, Planeta Calleja, Jesús Calleja se ha convertido para mí, a fuerza de observarlo, en un raro objeto de estudio. Dice ser ferviente admirador de Félix Rodríguez de la Fuente, entre otros, y que su afán por conocer y por estar en comunión con la Naturaleza ha sido su inspiración. Él, que es prácticamente de mi quinta (tiene un año más que yo) ha crecido con personajes que forman parte de la memoria colectiva por muchos motivos, héroes auténticos, gente que tenía cosas que aportar, no como los de ahora, que son ídolos con pies de barro.

Otro personaje al que admira es Amundsen, pues su padre le leía de niño historias de los exploradores de los Polos, algo que tiene en común conmigo, pues mis padres compraron un gran libro de relatos de este tipo que yo hojeaba de vez en cuando, asomándome con mucho respeto a aquellas hazañas en lugares tan inhóspitos, y en cuyas ilustraciones recreaba mi vista. Hace poco leí una carta que le escribió el explorador Scott a su esposa sabiendo próximo su fin, y que hallaron en su poder cuando lo encontraron congelado 8 meses después junto con el resto de su expedición. Qué palabras tan tiernas y cuánta tristeza destilaban. Ante situaciones así cabe pensar qué necesidad tenemos los seres humanos de ponernos en peligro de este modo, pero debe ser que hay una fuerza superior a nosotros que nos impulsa a seguir determinados caminos porque sino seguiríamos vivos pero como si estuviéramos muertos.

Por eso comprendo a Jesús Calleja, pues la suya es una vocación semejante a la del sacerdote. El alpinismo y los deportes de riesgo en general han colmado su vida. La montaña le llama con un imperativo irresistible del que nunca ha podido sustraerse. No es difícil comprender las razones por las que nunca ha querido formar una familia: si vas a poner en peligro tu vida constantemente, no puedes dejar atrás mujer e hijos. Uno no puede alcanzar la concentración y la libertad de acción necesaria si tiene que estar pensando en una esposa y, sobre todo, en una descendencia. Lo que no le ha impedido adoptar una hija y dos hijos nepalíes que ahora son mayores. Quizá los que le habría gustado tener si se hubiera casado, a semejanza de su familia, pues fueron 3 en su casa, él y sus dos hermanos. Hay un par de fotos en internet donde se los ve subidos en un burro mirando a cámara en medio del campo, o encaramados a las ramas de un pequeño árbol, vestidos con las camisas y pantalones típicos de los niños que crecimos en los 70.

Y es que los que se dedican a esto responden a un patrón que siempre es el mismo: la pasión en lo que hacen, que nunca se debilita pese a las calamidades que surgen en el camino y que tanto hacen sufrir, o el hecho de ser muy competitivos, muy obsesivos, muy de ideas fijas (hasta que culminan el plan que se han trazado no lo dejan), o esa búsqueda de la descarga de adrenalina que produce todo lo que es capaz de ponerte al límite. Sin ello no pueden vivir. Es por eso que corre rallies por el desierto, hace submarinismo entre tiburones o en aguas glaciares, monta en motos y coches de competición, o practica rafting. Aprendió a pilotar avionetas y helicópteros, y sabe navegar.

Con su hermano Kike
Jesús Calleja, un leonés aparentemente sencillo, de constitución más bien enclenque, alguien que en otras circunstancias pasaría desapercibido, es sin embargo un prodigio en todo aquello a lo que se dedica, un hombre emprendedor que parece vivir en paz consigo mismo, que ha conseguido hacer lo que ha querido en la vida y disfrutar con ello, ganando dinero y con el público de su parte en todos aquellos programas que ha conducido. Conversador, llano en el trato, con un sentido del humor que conserva cierta picaresca infantil, su pensamiento es veloz y su intuición no suele fallarle. Su casa, un gran chalet con grandes cristaleras que dan a una zona llena de vegetación, es un oasis de tranquilidad lleno de objetos exóticos que ha recopilado en sus muchos viajes por el mundo, sobre todo Budas dorados. Nepal ha sido el lugar que más veces ha visitado y conoce el nepalí perfectamente. Colabora allí con una organización humanitaria que se dedica a ayudar a los niños de la zona. Tiene grabado en un brazo un símbolo que le permite entrar en todos los monasterios del Himalaya y alrededores a pesar de ser extranjero. Aunque él no profesa religión alguna, pues se declara “mundano”.

Este hombre, que empezó trabajando en una peluquería y luego vendiendo coches, ambos negocios familiares, desde niño sintió el tirón de la Naturaleza y la montaña allá en León y más de una batida tuvieron que organizar cuando a los 13 años le daba por internarse en los bosques y se le echaba la noche encima sin que se diera cuenta. Con 37 años decidió dedicarse por completo al deporte, siendo guía en el Himalaya y Los Alpes para una agencia en España de trekking y escalada durante 16 años. Con lo que ganaba haciendo esto se financiaba las expediciones.

Él es un claro ejemplo de lo que hay que hacer cuando no te satisface aquello a lo que te dedicas habitualmente. No en vano escribió, entre otros, un libro titulado Si no te gusta tu vida ¡cámbiala!. Habrá que leerlo…




jueves, 5 de noviembre de 2015

Un poco de todo


- No me puedo creer que se vaya a presentar Donald Trump como candidato a la presidencia de EE.UU. en el próximo mandato. Alguien que es más conocido por la cantidad de revistas del corazón que ha acaparado debido a la cuantía de su inmensa fortuna y sus numerosos matrimonios e hijos, además de sus numerosos affaires con bellas y voluptuosas mujeres, dudo mucho que esté capacitado para dirigir los destinos de una nación como la norteamericana cuyas decisiones afectan al resto del mundo. Estará muy capacitado para hacer negocios, pero la política no es una cuestión de negocios, como así lo dijeron Bill Clinton y George Bush jr. en una entrevista conjunta que les hicieron hace poco. Puede parecerlo, pues sólo alcanzan tan alto cargo aquellos que están respaldados por mucho dinero, pero la ideología, las convicciones personales y la experiencia necesaria para poner en práctica un programa político coherente no están en manos de Trump.

No me lo podía creer el día que anunció su candidatura. Imaginar que un personaje como éste llegue a tener tanto poder y decida sobre todo me da escalofríos. No hay más que verle la pinta que tiene, como metido en alcanfor, viejo e hinchado, con el pelo teñido de un rubio extraño con el que cree parecer más joven, y ese gesto de déspota. Parece un charcutero, el tendero de una carnicería alemana. Hay gente que con dinero se cree que lo puede todo, que tiene derecho a todo. Confío en que los norteamericanos reaccionen y no le den ninguna oportunidad. En estos tiempos en los que priman el fast food, la telebasura y todo tipo de chocarrerías, aún creo que la gente es capaz de elecciones acertadas.

- Hace poco salíamos una amiga y yo del cine encantadas por la idea que la recién estrenada El becario nos había sugerido: quién no querría tener cerca a un hombre mayor lo bastante lúcido y emprendedor aún como para ser capaz de aconsejarte sabiamente sobre todas las cosas de la vida, ayudándote a tomar buenas decisiones. Como esa voz de la conciencia que nos dice lo que no nos apetece oir o reconocer, o que nos sugiere algo que no se nos había ocurrido o nos advierte sobre aquello en lo que no habíamos reparado. Un ángel de la guarda transfigurado en la figura de un hombre ya jubilado pero con los mismos deseos de vivir de siempre.

Hacernos con un asesor, un ojo crítico constructivo, una especie de padre, un confidente con una larga experiencia que sólo desea lo mejor para nosotros, sería como encontrar un talismán. Nos sentiríamos reconfortados, más seguros, más confiados, con la certeza de que no decidimos solos sino que hay quien nos respalda, nos echa una mano y nos anima. 

Quién le iba a decir a Robert de Niro que podría ser una inspiración para tantas mujeres, siguiendo el hilo argumental de esta última película que ha estrenado, él que en su juventud y madurez ha interpretado personajes tan violentos, tan al límite, impactantes y bastante repulsivos, la verdad, y ahora no deja de meterse en la piel de abuelos, de suegros, de patriarcas, en fin, de felices y cómicas familias de clase media en las que su carácter tan particular (en eso no ha cambiado) deja su impronta.

En el film que nos ocupa abandona por fin las extrañas muecas que se habían convertido en sus tics habituales en los últimos años, o al menos lo intenta, para dar paso a una mayor naturalidad. Y nos convence, vaya si lo hace, hasta el punto de querer llevárnoslo a casa, a nuestro trabajo, a nuestros ratos de ocio, para que sea nuestra piedra de toque, nuestro baluarte, ese lugar en el que reina la paz y en el que descansar tranquilos.


miércoles, 4 de noviembre de 2015

Lugares del mundo: la Quinta de Regaleira


Construcción que data del siglo XIX, y que se encuentra en Sintra (Portugal), fue mandada construir por Antonio Augusto Carvalho Monteiro, conocido coleccionista y bibliófilo, licenciado en Derecho pero de profesión entomólogo. Hombre altruista y excéntrico, era hijo de unos portugueses que hicieron fortuna en Brasil. Sus intereses culturales influyeron en los misteriosos símbolos e iconografía del lugar, obra del arquitecto Luigi Manini, por encargo suyo.

El palacio, los jardines, las grutas, lagos y otros edificios esconden significados relacionados con la alquimia, la masonería, los templarios y la rosacruz (legendaria orden secreta), y que evocan las arquitecturas románica, gótica, renacentista y manuelina (variación portuguesa del gótico y del mudéjar, desarrollada durante el reinado de Manuel I de Portugal).

Se dice que con la misma llave con la que se abre el palacio se abre también la puerta de la tumba de Carvalho Monteiro.

En 1.997 el Ayuntamiento de Sintra adquirió la quinta, considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y después de un exhaustivo trabajo de recuperación, fue abierta al público y alberga diversas actividades culturales.













martes, 3 de noviembre de 2015

Pug Carlino hablando- Chien parler


Es la 1ª vez que consigo hacer funcionar un video en este blog, será que no sabía cómo hacerlo. Estoy emocionada. La verdad que es una tontería que encontré en internet hace tiempo pero a mí me hace mucha gracia. Esta raza de perro es la preferida de mi hijo. El pobre es un poco feo, pero está de moda. Este en particular es especialmente original.


Planeta Calleja (y II)


A José Mota se lo llevó cerca del Ártico. Llegó el humorista acompañado de un amigo de hace muchos años que es montañero. Dormir por las noches fue complicado allí porque nunca oscurece. Empezaron la ruta por las vastas regiones nevadas montando en motos de nieve. Luego en trineos tirados por perros, donde Mota apreció el silencio, ya sin los motores, sólo rasgado por el ruido de las cuchillas sobre el hielo. Visitaron un barco que se quedó atrapado en el hielo hacía más de un siglo y que conservaban en perfectas condiciones. Su interior podía ser visitado y la verdad es que era muy elegante, parecía que el tiempo se hubiera detenido allí. Al principio, como la climatología no estaba mal, excavaron en la nieve y alzaron una pared con trozos de hielo, como la de los iglús, junto a la que se refugiaron, encendiendo un fuego donde calentaron su comida. Más adelante, cuando el tiempo empeoró, montaron tiendas de campaña. En un momento dado no sabía Calleja si debía continuar pues no paraba de nevar y no sabía cuándo despejaría, pero decidieron seguir adelante. El hecho de estar cruzando un mar helado, con una capa de hielo de metro y medio lo bastante segura como para que aterrizara un Boeing, según Calleja, y lo incomparable del paisaje dejaron a Mota anonadado. Se veían osos a lo lejos, pero iban con un fusil por si hubiera peligro. El humorista afirmó que después de experimentar todo aquello sería muy difícil volver a poner los pies en la tierra y continuar con la vida cotidiana. El tiempo no tardó en mejorar y hasta salió el sol. Los últimos 15 km. los hicieron con esquíes y bastones arrastrando un pulka, una especie de trineo donde se meten las pertenencias. Culminaron la experiencia, con lágrimas de emoción del amigo de Mota, y entonces éste le recordó a Calleja la promesa que le había hecho éste al aceptar su reto: que cuando lo terminaran el presentador debía hacer lo que él quisiera, sea lo que fuere. Le pidió entonces que se zambullera en una zona con agua donde solían asomarse las focas. Calleja no daba crédito pero al final accedió: salió con unos calzoncillos muy curiosos de dentro de la tienda, corriendo a trompicones, se metió en el agua y en unos segundos salía ayudándose de un piolet que clavó en la nieve. Mota le dio un abrazo al que el otro correspondió como pudo, aterido de frío como estaba, y enseguida volvió a meterse corriendo en la tienda: una promesa era una promesa.

Con David Bisbal fue a Nepal, donde el cantante no dejó de pararse con todo el mundo haciendo gala de su simpatía. Jugó con los niños al fútbol, al ping pong y a todo lo que le fuera surgiendo. Desayunaron en la enorme terraza de un hotelito con vistas al Everest, y ahí Calleja se emocionó recordando el día que lo coronó. Afirmó que había sido una experiencia que lo había cambiado todo en su vida. El autocar donde iban tuvo un percance nocturno al llevarse por delante con la parte de arriba un tendido eléctrico. Hicieron varias horas de marcha por una reserva natural donde se encontraron monos, grandes arañas y ciervos. Se metieron en las aguas de un río montando en elefantes. Bisbal bajó de uno de ellos y lo estuvo acariciando y mojando largo rato. Se veía que en todo momento se olvidaba de sus preocupaciones y hasta de quién era y disfrutaba de cada cosa y cada experiencia con la que se iba encontrando. Había hecho un paréntesis en una de sus giras para vivir esta aventura de una semana con Calleja. Éste le preguntó por las organizaciones humanitarias con las que colabora y ayuda económicamente. Él comentó que todos los años elige 2 ó 3 y que sobre todo le gustan las que están dedicadas a los niños. El destino final era pescar el Golden masheer, un pez de aquellas latitudes que puede llegar a medir 3 metros y pesar 55 kg. En un cierto momento Bisbal y Quique, el hermano de Calleja, que le acompaña en casi todos los viajes, se fueron alejando por la orilla buscando una zona más profunda del río donde se pescara mejor, hasta que casi se perdieron de vista. Calleja se asustó porque al ser una reserva natural podían encontrarse todo tipo de animales salvajes. Un guía muy joven que les acompañaba decía haber visto huellas de tigre. Los otros, ajenos a todo esto, pescaron varios peces que no eran el que buscaban. Bisbal tiene esta afición desde niño, y es algo que hace siempre que puede para relajarse. Le enseñó a Calleja a poner el sedal, a tirar el hilo lo más lejos posible, y todo lo necesario, pues el presentador desconocía todo esto. De hecho no pescó nada y hasta se le cayó media caña al río, no sabemos si porque no la había montado bien o porque empleaba demasiada fuerza para tirar el hilo. El presentador aprovechó un descanso para retomar una antigua profesión que tuvo, junto a su hermano, la de peluquero, cogió unas tijeras y recortó un poco los rizos más famosos de España, según dijo, pasa susto de Bisbal, que tiene en mucho aprecio su look.  El cantante confesó que él había sido jardinero y trabajaba en un vivero para completar sus estudios forestales. Una mañana Calleja, acompañado de su hermano, consiguió pescar el Golden masheer, mientras Bisbal seguía durmiendo en la tienda. Luego llegó él y pescó otro, con lo que se despidieron de la audiencia, no sin un gesto triste del cantante, que lo estaba pasando muy bien. Me llamó la atención algo que éste dijo cuando Calleja le preguntó si volvería a hacer todo lo que ha hecho hasta conseguir llegar donde está. Bisbal dijo, con un gesto mezcla de pesar y cansancio, que probablemente no, que se hubiera quedado en la orquesta donde cantaba y bailaba antes de ser conocido. Ha debido ser un duro trabajo, aunque disfruta cada concierto como si fuera el 1º, según él mismo afirmó.

A Eva Hache se la llevó a Alaska. Alquiló una enorme caravana, de esas que se extienden para tener más espacio cuando están en reposo. Con ella recorrió cerca de 3.000 km. La cama que ocupó Eva era preciosa, confortable, esponjosa, llena de almohadones y con un edredón nórdico. En ella se sumergía cada noche, derrotada por toda una jornada de actividades, para dormir plácidamente, dejando asomar tan sólo un poco de su cabeza, como si fuera una niña. Eva corregía algunas de las expresiones de Calleja y la verdad es que habla bastante mal, pero como nos acostumbramos a él ya no nos damos cuenta. Eva estudió Filología Inglesa y habla un perfecto inglés, aunque parece que el castellano lo domina también. Al principio el presentador quiso que se entrenara haciéndola correr pero no duró más que 20 minutos. Confesó que no hacía deporte desde el instituto. Para empezar tuvieron que atravesar un río de poco caudal, y como no llevaban ropa ni calzado para el agua tuvieron que quitarse los pantalones, las botas y los calcetines y atravesarlo en pantalones cortos. Eva, mientras se desnudaba, no paraba de decir que no podía creer lo que estaba haciendo. Después se apresuró a secarse los pies, que le dolían por el frío. Calleja dijo que no todo el mundo hubiera sido capaz de hacer aquello ya que el agua viene directamente de los glaciares y está a cero grados. Olvidado lo de correr se le ocurrió entonces montarla en piragua, con la que se internaron en los fiordos, deslizándose entre bloques de hielo desprendidos de los glaciares y dejándose llevar por las corrientes en algunos momentos. Luego caminaron sobre ellos. Había grietas enormes, algunas cubiertas por la nieve. Calleja advirtió que si se veía nieve blanda en lugar de hielo nunca había que pisar ahí porque tapaba una grieta en la que te hundirías cayendo al vacío y  matándote. Una de ellas, libre de nieve, fue el primer reto para Eva. Calleja le propuso descender con cuerdas y luego subirla con los piolets en las manos y el armazón dentado en las botas. Quería comprobar qué tal se le daba la escalada para luego poder hacerlo en los glaciares. Eva puso cara de pensárselo al principio pero luego se le iluminó la cara y agrandó si cabe aún más sus enormes ojos cuando decidió que sí lo haría, y no lo hizo mal. Los gritos de ánimo de Calleja la ayudaron mucho. Estuvieron también en casa de un matrimonio de tramperos, un chalet hecho todo de madera en medio de un paisaje salvaje, y les ofrecieron salmón, pescado en una de las zonas donde más se cotiza en el mundo entero, y un poco de ensalada. Después montaron en kayak y la tuvo remando 5 horas seguidas. Eva se quejó de que Calleja remaba poco y tenía que hacer ella todo el trabajo, pero él le dijo que lo hacía precisamente para que estuviera entrenada. Al final del trayecto Eva no sentía los brazos y se quedaba dormida sentada en la embarcación, mirando al sol que le había puesto la cara morena. Al descender la pobre se quedó tumbada sobre las rocas de medio lado porque le dolía el trasero y en los brazos decía que le habían salido los músculos de Popeye. Acamparon junto a la orilla y no tardó en acercarse un oso negro que llegó a estar a 10 metros de ellos, atraído por el olor de la comida, pero consiguieron espantarlo gritando y golpeando unas barras metálicas. El desafío final que consistía en escalar los glaciares no pudo realizarse porque estaban todo el tiempo desmoronándose y cayendo al mar. Ya les habían advertido que no se aproximaran a los frentes de los glaciares porque en cualquier momento caían toneladas de hielo que se va derritiendo por el calentamiento global y formaba pequeños tsunamis que se podían tragar a quien anduviera cerca. Eva se alegró por lo bajinis de que no tuviera que pasar por esa prueba. Lo mejor, durante la aventura, fueron las cenas que preparaban en la caravana, muy bonita y acogedora por dentro, y las confidencias que intercambiaban mientras cenaban. Por ellas supimos cómo fue su trayectoria profesional, cómo conoció a su marido, que es sueco, o sus teorías sobre la alimentación de los niños pequeños, que experimenta en su hijo. Descubrimos a una Eva Hache más reflexiva, cálida y tierna, y durante todo el trayecto hilarante con sus ocurrencias, como cuando volcó en el rio con el kayak porque Calleja la impulsó demasiado fuerte y tuvo que meterse en la tienda y desnudarse hasta que se secó su ropa, pues no traía muda de repuesto. Calleja cogía con dos dedos su tanga y lo puso a secar sobre la tienda. Luego se disculpó con ella, La verdad es que estuvo muy solícito, cogiéndola de la mano cuando cruzaron el río descalzos al principio o cuando caminaban sobre el glaciar entre las grietas. Eva declaró que su meta ahora era trabajar lo menos posible ganando la mayor cantidad de dinero que pudiera y así tener el mayor tiempo libre de que fuera capaz. Confesó que en cuestión de viajes era perezosa porque prefería la comodidad, pero que gracias a Jesús Calleja había aprendido a valorar lo que es un viaje de aventura y que se lo inculcaría a su hijo. “Nos has hecho un favor a mí y a mi familia”, dijo agradeciéndoselo.

Calleja lo lleva todo muy bien planificado pero deja también abierta la posibilidad del azar. Con cada viaje no sabe qué puede pasar, y a algunos de sus invitados no los conocía personalmente, por lo que la amistad y la mutua confianza se van fraguando a lo largo del camino. Se les ve a éstos al principio reticentes, preguntándose quién les mandaría meterse en algo así, para terminar encantados con la experiencia, que probablemente no hubieran hecho nunca si no los hubiera arrastrado él. De momento el único que ha querido repetir es Bisbal. El presentador cuenta durante sus programas anécdotas de algunas de sus escaladas, habla de cuatro miles, de ocho miles, a los que ha subido y que han estado en alguna ocasión a punto de costarle la vida. Afirmó que para llegar más allá de los 7000 metros tuvo que reorganizar su mente, ponerse de acuerdo consigo mismo. En una entrevista que he leído hace poco dijo que la idea de hacer este programa le vino precisamente cuando descendía de una de sus escaladas y las cosas se pusieron muy feas por el tiempo. Cuando ya se dejaba morir se le ocurrió que aún tenía muchas cosas que hacer, entre ellas este programa, y eso le dio fuerzas para continuar. La verdad es que nadie diría que este hombre tiene ya 50 años y que aún sigue haciendo deporte como si fuera un chaval, eso sí, lleno de pegatinas para hacerle propaganda a todos sus patrocinadores. Como cuando en el programa siempre dice, en el momento menos pensado, que él tiene tal seguro con el que siempre viaja tranquilo, o saca un gran bote de crema protectora, siempre de la misma marca, y mientras se lo echa o se lo ofrece al invitado, habla de las excelencias del producto. Jesús Calleja es un aventurero, un espíritu libre de los pocos que quedan por ahí, capaz de captar la atención de todo el mundo y de enseñarnos cosas que no sabíamos sobre la vida más allá de los límites de nuestra cotidianeidad. Ahora sé que los trozos de hielo desprendidos de los glaciares entre los que Eva Hache navegó si son muy azules quiere decir que son muy antiguos, o que si aspiras el oxígeno de una bombona cuando vas a hacer submarinismo y tienes demasiado aire en los pulmones no consigues respirar, como le pasaba a Santiago Segura, o que es mejor dejarse llevar cuando bajas por una pendiente de arena blanda que oponer resistencia, como le sucedió a Segura también al bajar la ladera del volcán. Jesús Calleja nunca viajará a un sitio de una manera convencional, como lo hacemos todos: visita a una ciudad, sus monumentos, sus restaurantes, sus museos. Él necesita el contacto con la Naturaleza y conocer de 1ª mano otras razas, otras culturas y otras costumbres. A eso no todo el mundo se atreve. Él sí, y lo hace con toda naturalidad, como si lo raro fuera viajar de otra manera. 


lunes, 2 de noviembre de 2015

Planeta Calleja (I)


Me resistía a ver Planeta Calleja porque a su conductor, Jesús Calleja, lo había visto en otros programas viviendo aventuras en solitario y me había parecido el típico chiflado que tan de moda estuvo un tiempo en la televisión del mundo entero hasta hace no mucho, que se dedicaba a hacer lo nunca visto, sufrir en sus carnes todo tipo de barbaridades y relatar todo ello ante las cámaras como un alarde, en un perpetuo monólogo en el que más parecía contárselo a sí mismo y regodearse con sus “hazañas” que compartir con el público una experiencia que a todas luces resultaba gratificante sólo para el que la llevaba a cabo, en el colmo del masoquismo, pues cuanto más accidentado era todo más gozaba el protagonista.

Jesús Calleja salió de ese formato, afortunadamente, y ahora ya está con la 3ª temporada de un programa de gran éxito. En Planeta Calleja lleva a famosos de todos los ámbitos menos del corazón a experimentar situaciones que en la vida corriente nunca se les darían. Se prepara muy bien los viajes, y elige cuidadosamente lo que va a hacer en función de quién sea el invitado. Y el resultado es realmente desconcertante, pues se nos hace raro ver a figuras por todos conocidas haciendo cosas que normalmente no hacen. Estuve viendo en internet algunos de los programas de las 3 temporadas, sin seguir ningún orden, según lo que me gustara el invitado.

A David Bustamante lo llevó a los archipiélagos de Lofoten y Vesteralen, en el Ártico, y le hizo escalar paredes de hielo que eran cascadas congeladas. Como tiene vértigo en la 1ª escalada no pudo llegar más que a la mitad y tuvieron que bajarlo. Pero el cantante, retador y bromista, ya le dijo en el aeropuerto, tras la peta que le echó Calleja por llegar tarde, que si los de León eran fuertes los asturianos no se quedaban atrás. En las escaladas, a base de piolet en cada mano y un armazón de pinchos en las botas, sufrió mucho porque se le subían los gemelos y tuvo mucho dolor. Fueron a una zona protegida con lobos en semicautividad, Bustamante tuvo que superar su miedo a los canes. Permanecieron de pie con las manos juntas y los brazos en horizontal, mientras los lobos se les medio subían. Luego se arrodillaron y se taparon la cara con las manos. Uno de los lobos arañó en la agitación al cantante en un ojo y pidió salir. Calleja aún permaneció un poco más. Luego le hizo meterse por unas cuevas llenas de estalactitas con pasos muy estrechos por los que debía subir y bajar que pusieron a prueba su claustrofobia. Viajó también en un barco de pescadores, donde entonó algunas canciones antiguas mientras contaba que él procedía de una familia que se dedicaba a faenar en el mar. También se quedaron una noche en paños menores a muchos grados bajo cero para sumergirse en un jacuzzi típico de allí, de madera y flanqueados por antorchas, con el agua casi hirviendo, extraña combinación de frío-calor que por lo visto es sanísima para el cuerpo. En un momento dado salieron a instancias de Calleja, se revolcaron por la nieve y volvieron a meterse. Pero como Bustamante es así retó a Calleja a darse un baño en el mar, que estaba no lejos de allí. Calleja se hizo el remolón al principio pero luego aceptó y se dio el remojón por unos instantes. Durante toda la aventura el cantante no dejó de mencionar a su hija y a su familia, y preguntado por su mujer dijo lo orgulloso y enamorado que estaba de ella. También descubrimos sus fobias, temores y manías.

Con Dani Rovira estuvo en Tailandia, lugar al que siempre había querido ir. Como también iba a escalar, le estuvo entrenando con el acicate de que si ganaba cada entrenamiento conseguía un masaje tailandés, que por lo visto tienen fama. Todas las pruebas las perdió el humorista: la carrera de 10 km., donde la mezcla de calor y humedad lo dejó extenuado; la carrera en tuktuk, los taxis de allí, donde Rovira se comportó como lo haría un españolito medio, gritando imprecaciones a los demás conductores e intentando adelantar a cualquiera que se cruzara en su camino (en todo momento hizo gala de su humor tan particular, por lo que el programa resultó hilarante); y la carrera en piragua, en donde terminó escondiéndose detrás de unos matorrales que crecían sobre el río de la vergüenza que le dio no ser capaz de ganarle a Calleja en nada. Tras cada prueba, el presentador gozaba de las delicias del masaje mientras Rovira refunfuñaba por ahí rumiando su poca fortuna. En lo único en lo que pudo lucirse fue en una lucha parecida al kick boxing, especialidad en la que él había sido campeón en su juventud. Le dijo a su oponente en un inglés macarrónico antes de empezar que si le hacía daño su madre iría a Tailandia y le mataría. Visitaron también un templo. El humorista, que está fuerte porque va al gimnasio, no había escalado nunca y Jesús Calleja le tuvo que enseñar las nociones básicas incluso para poder encaramarse a las primeras rocas, distantes del suelo, a las que tampoco era capaz de subir. Era una escalada con las manos y apoyándose en los pies, cubiertos por “pies de gato”, un calzado especial de suela fina que se adapta como un guante y que evita los resbalones. Cuando llegó a lo más alto en la escalada final dio un grito de júbilo y alzó los brazos en señal de triunfo porque nunca se creyó capaz de conseguirlo. Estuvieron degustando algunos manjares típicos de allí, insectos fritos y cosas así, con gran esfuerzo de Dani por el asco que le daban. También hubo confidencias sentados frente al mar al atardecer, sobre la vida, el amor y el humor, entre otras cosas.

A Santi Millán se lo llevó a escalar el Monte Cervino, que separa Italia y Suiza, por deseo del actor, pues sus padres fueron emigrantes en Suiza y siempre le gustó ese lugar. Santi, que tiene un sentido del humor a medio camino entre el sarcasmo cruel y la absoluta hilaridad, entendía sin apenas explicaciones todas las indicaciones que le iba dando Calleja, algo que éste hizo notar, y salió airoso del accidentado viaje por aquellos parajes montañosos, en los que tan pronto tenía que escalar de forma muy similar a como lo hizo Rovira, como tenía que subir a pie por escarpados senderos entre las rocas. En un refugio a media altura hizo unas bromas a cámara sobre el ambiente que se respiraba allí, muy apagado, y, con la ayuda de un guía experto y su hijo, que eran de la zona, consiguieron llegar a la cima, a 4.470 metros, si mal no recuerdo, tras parar en un determinado momento porque la oscuridad de la noche y las inclemencias del tiempo hacían muy peligroso tanto subir como bajar. De los 24 que iban en la pequeña expedición, pues se sumaron a un grupo que estaba en el refugio, sólo quedaron 6 al final. Calleja, por cierto, que es bastante intrépido, le tiene pavor a las tormentas eléctricas, lo que aprovechó Santi Millán para hacerle cloqueos de gallina, insinuando que era un cobardica. El actor se quedó muy impactado por la experiencia y por los paisajes nevados que desde las alturas se podían contemplar. A Calleja no paró de decirle, medio en broma medio en serio, que si le pasaba algo vendrían sus hermanas y le darían hasta en el cielo de la boca. Calleja llegó a decir que debía tener mucho cuidado con su invitado porque si no no podría volver a España.

Con Santiago Segura estuvo en Indonesia, y eso que tenía una rodilla lesionada porque días atrás se había caído de una bici durante una carrera de mountain bike. Dos años le costó convencerle para que fuera al programa. Urbanita confeso, le gusta viajar pero nunca se perdería en un lugar exótico alejado de las comodidades habituales. Calleja le hizo hacer senderismo por la selva, le llevó al poblado de los Toraja, que acostumbran a embalsamar a sus muertos y conservarlos durante meses o años en sus casas (hasta Calleja temió dormir en una de ellas, con un difunto tan cerca, no así Segura, al que lo único que molestó fue el canto del gallo a todas horas), hizo rafting por las turbulentas aguas de un río que según el presentador no aparecía en los mapas, y también submarinismo, algo que Segura nunca había probado porque tiene un acúfeno en un oído y le han recomendado no sumergir la cabeza bajo el agua. La experiencia fue maravillosa para él, pues le hizo recordar a su madre, gran amante del mar, seguidora fiel de los documentales de Cousteau y que tenía en su casa un acuario del que cuidaba con mimo. Para rematar la aventura ascendió por la ladera de un volcán, que había erupcionado meses atrás, y quiso descender por el cráter hasta donde ebullía una balsa de agua color turquesa, de la que salían vapores sulfurosos. En las rocas había rastros amarillos por el azufre, y tuvieron que aprovechar una racha de viento favorable para asomarse, antes de que volvieran a cubrirles los vapores, que les hacían toser. Calleja quedó muy sorprendido por las afirmaciones de Santiago Segura, del que dijo ser un tipo muy inteligente que se servía del humor como coraza contra el mundo exterior. Durante todo su periplo le iba explicando cosas sobre las costumbres, la fauna, la flora y hasta la geología local con mucho más detalle que con cualquier otro invitado que ha tenido. También le dijo que no era muy expresivo, algo que pareció no hacerle mucha gracia. Para Calleja todo el que no grite o haga aspavientos es inexpresivo, cuando la emoción tiene muchas formas de expresión. Le preguntó a Segura si volvería a hacer una ruta así y le contestó que si iba con él sí, porque con él se sentía seguro.                                                                                                                                        

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